Una clínica para atender a las refugiadas sirias en Jordania

Son las 10 de la mañana. Los pacientes ya han empezado a llegar a la Clínica de Atención en Salud, que la organización jordana Institut for Family Health, ha puesto en marcha en la localidad de Jerash, a 70 kilómetros al norte de Amman, con el apoyo de Alianza por la Solidaridad. Muchas son mujeres refugiadas sirias, huidas de un conflicto que empezó hace ya casi cuatro años en su país, una guerra que no deja de generar destrucción y miseria.

Esta pequeña clínica está ubicada en el primer piso de un edificio en construcción. Se ha puesto en marcha gracias al financiamiento del Fondo de Respuesta en Emergencia de la Agencia Europea de Cooperación (OCHA), y es una iniciativa conjunta de IFH y Alianza por la Solidaridad. Nuestra ONG colabora en ella para fortalecer los servicios destinados a una temprana detección de los casos de violencia de género y para brindar una atención integral gratuita a quienes sufren diferentes tipos de violencia sexual, en particular las mujeres y niñas.

En la visita queremos constatar ‘in situ’ cómo funciona la clínica y cuál es el grado de satisfacción de la población. Es un día frío y cuando llegamos ya nos espera, al calor de una estufa de butano, el equipo al completo. Hay una ginecóloga, una enfermera, una psicóloga, una abogada, un trabajador social y  una voluntaria siria, que hablan el idioma de la población refugiada.

El equipo nos explica con mucho entusiasmo la atención de quienes llegan a su puerta. Sus problemas son de salud, pero no únicamente. Arrastran historias dramáticas de abandono de su hogar, de pérdida de familiares, así que lo primero es entender sus necesidades y después derivarlas al servicio que precisan. En la clínica, que va creciendo según se riega con la ayuda de la cooperación, reciben atención médica, pero también psicológica y legal cuando la precisan, que es a menudo. Gracias al trabajador social y la voluntaria, que hablan su idioma, se les deriva a otros servicios cuando la situación lo requiere.

A lo largo de la mañana, nos percatamos de que hay otra labor entre los muros de este edificio gris que excede la palabra ‘clínica’. Allí también se brindan talleres de sensibilización e información relacionadas con la violencia de género, sobre planificación familiar y el matrimonio a edades muy tempranas, y hasta cursos en manualidades o en idiomas. Es un espacio seguro en el que las mujeres y las niñas tienen la oportunidad de realizar actividades de desarrollo personal a las que no podrían acceder en otro lugar. “Si no existiera esta clínica, deberían pagar por recibir atención sanitaria, al igual que el resto de los refugiados, y de todos los jordanos”, nos cuentan. Una insalvable barrera para unas personas que escaparon de su país prácticamente sin nada.

Un refugio para huir de la violencia de género

Esas mujeres y esas niñas forman parte de los 3.000.000 de personas sirias que han tenido que abandonar su país desde que empezó la guerra en 2011, según los últimos datos oficiales. Sólo Jordania, según el Alto Comisariado para el Refugiado de la ONU (UNHCR), son 623.447 y en la ciudad de Jerash, hasta ahora sólo conocida por sus hermosas ruinas romanas, se contabilizan 10.739 personas. Todas ellas pasaron antes por los campos de refugiados de UNHCR, pero han preferido no permanecer en unos campamentos donde el hacinamiento y la inseguridad hacen la vida muy difícil cuando el retorno no está en el horizonte inmediato.

En la sala de espera, conversamos con tres refugiadas; sus rostros son alegres, lo que contrasta con la difícil realidad que están viviendo. Antes de llegar a Jerash, vivieron en los campos de refugiados y nos repiten que allí no había condiciones para vivir con dignidad. Ninguna de ellas tenía familia en Jordania, así que tuvieron que salir de los campos de forma irregular y, por ello, no pueden trabajar legalmente en su país de acogida. “Hemos visto mucha violencia contra las mujeres sirias”, aseguran.

La Clínica de Atención en Salud del Institut for Family Health les abre sus puertas y Alianza por la Solidaridad trabaja para que quienes les atiende sean capaces de detectar casos de violencia de género que rara vez ellas podrán sobre la mesa, y también para que reciban una atención integral que les permita dejar atrás las agresiones de sus parejas o ex parejas. La otra, la violencia de su exilio forzado acabará con la guerra.

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