Un acueducto para salvar a la selva colombiana de la sequía

Hace tres meses que no llueve en el municipio colombiano de El Tambo. Tres meses en los que los pastos se han ido secando, y los manantiales, y la vida misma. Si de algo saben los campesinos de esta región del Cauca, al suroeste del país, es de cambio climático, aunque desconocen que hay cumbres mundiales para tratar el asunto.

En la comunidad de San Pedro se está llevando a cabo la obra de un acueducto de 32 kilómetros que llevará el suministro de agua a 150 familias de dos veredas: San Antonio y Villanueva. Miguel y Antonio, dos compañeros de Alianza por la Solidaridad que llevan trabajando ya dos años en el proyecto, están entusiasmados por cómo la población local se ha involucrado en la construcción: “La implicación de todos los vecinos es impresionante. Son ellos los que se organizan para que la obra sea una realidad”, explica Miguel.

En San Antonio, la brecha en la tierra nos lleva hasta la media docena de picadores, que, cuando nos ven llegar, aprovechan la visita para descansar y mostrar con orgullo el trabajo bien hecho. “Vamos todo lo deprisa que podemos. No vemos el día de tener el agua en casa”, nos cuenta Modesto, un cultivador de café de la vereda.

En la siguiente parada vamos a buscar a los de Villanueva, que andan ya cerca del río, a 2.500 metros de altitud. Están metidos en mitad de una selva húmeda, pegajosa, plagada de esos invisibles jenjen que nos acribillan las piernas. También allí hay un profundo surco, hecho a base del esfuerzo de otra media docena de campesinos que pelean en el terreno hostil. En sus miradas hay cansancio teñido de satisfacción: “Sin agua no hay vida, y allá abajo ya no queda. No llueve como antes, vienen nubes y se van sin descargar; y las mujeres deben caminar kilómetros para llenar unos cubos”, afirma el más parlanchín del grupo.

thumb_IMG_1265_1024Visitamos una escuela que vimos al pasar en San Antonio. Es una escuela sin agua. “Ya no nos llega, fíjese”, dice la maestra mientras un alumno nos abre un grifo del que caen cuatro gotas. “A veces ni podemos cocinar”, asegura mientras señala los cuatro muros que son su hogar y son sus aulas, desconchadas, llenas de agujeros por los que corre el aire, con las sillas rotas y cuatro libros que se caen de viejos. “Si es que no tenemos recursos para reponer nada”, se queja.

A su alrededor los niños corretean, y saltan y juegan excitados con la visita inesperada. La camiseta de Alianza les indica que somos los de las tuberías que andan revolucionando la sierra. “Yo de mayor seré cuidador del agua”, salta Jacinto, que apenas levanta dos palmos del suelo. “Pues yo no iré nunca más a buscarla tan lejos como ahora y podré estudiar más tiempo”, añade Andrés, con unos ojos de pillín que desmienten su afán por los libros.

Este proyecto, financiado por COSUDE (agencia de cooperación suiza), no es el único que Alianza ha desarrollado en una zona afectada por el conflicto armado desde hace tiempo. Gracias a fondos públicos españoles de AECID y fondos públicos europeos para ayuda humanitaria (ECHO), en más de una decena de veredas se han puesto en marcha infinidad de proyectos agrarios que buscan alternativas a los cambios, se han rehabilitado viviendas y se han distribuido tanques para purificar el agua de lluvia.


Fuente: Planeta Futuro (El País)

 

1 comentario
  1. maria del carmen
    maria del carmen Dice:

    todo lo que sea ayudar a los hermanos en situiacion extrema, me parece bien aunque creo sea la infima parte de lo que se deberia. pero el tema de la solidadidad es un tema sencillo pero cuando se respeta a la gente, pero si no tienen nada es
    porque quizas a otros paises a lomejor industrializados no les interesa que lo tengan. quizas la ayuda humanitaria deberia ser mayor.

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