Mujeres y seguridad alimentaria

Participación equitativa: clave para la salud y seguridad alimentaria

Cruz Elena Bermúdez participa en actividades orientadas a la recuperación de sus medios de vida agropecuarios, la seguridad alimentaria familiar y la revitalización de la economía de su comunidad

“Por cada litro de agua, se necesitan cuatro gotas de cloro para desinfectar las verduras antes de consumirlas” afirma Cruz Elena Bermúdez, una joven de 29 años integrante de Copomá, una comunidad afrocolombiana ubicada en el municipio del Litoral de San Juan, al sur del departamento del Chocó, y actualmente secretaria de su Consejo Comunitario. Ella y su comunidad han fortalecido el conocimiento y manejo en ciertas prácticas que les ha permitido mantener una alimentación sana.

Cruz Elena habla con seguridad y gratitud de los conocimientos adquiridos en las jornadas de capacitación sobre técnicas de producción agrícola, pecuaria y educación alimentaria y nutricional, adelantadas por Alianza por la Solidaridad y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con recursos del Fondo Central de las Naciones Unidas para la Acción en Casos de Emergencia (CERF).

Esta joven pertenece a una de las 58 familias de Copomá que participan en las actividades que Alianza por la Solidaridad y FAO están implementando en el Litoral de San Juan. En este lugar, los grupos armados no estatales ejercen control territorial, restringen la movilidad y el acceso de los pobladores a bienes y servicios, impiden el libre tránsito a zonas de cultivo, reducen el abastecimiento de alimentos y propician condiciones de inseguridad alimentaria y malnutrición, deteriorando progresivamente sus medios de vida agrícolas.

Transformación comunitaria: alimentación segura, saludable, resiliente y sostenible

La comunidad, que tradicionalmente se ha dedicado al cultivo de caña de azúcar, la pesca y la caza, no solo ha recibido materiales, herramientas e insumos agropecuarios. Una de las vertientes más importantes del proyecto han sido las jornadas de capacitación y el acompañamiento técnico que ha brindado Alianza y FAO. Gracias a su implementación ha sido posible mejorar el cultivo de alimentos de pancoger, como el plátano, yuca y papachina, y  adecuar unidades pecuarias utilizadas para la producción avícola a nivel comunitario, con enfoque de protección y criterios de resiliencia y sostenibilidad.

La participación femenina en iniciativas agropecuarias ha sido esencial para mejorar la salud y seguridad alimentaria

La participación femenina en iniciativas agropecuarias ha sido esencial para mejorar la salud y seguridad alimentaria

Tal y como explica Cruz Elena: tener herramientas, semillas y los galpones mejorados y sin riesgo de inundación les ha permitido producir alimentos sanos, sin el uso de ningún químico, lo que es beneficioso no solo para Copomá sino para las comunidades vecinas, quienes se abastecen con parte de la producción.

«Los beneficios son muchos. Nos ayuda a tener una alimentación más saludable a mí, mi familia y la comunidad en general», afirma Cruz Elena.

De esta manera, las familias de la zona pueden acceder a alimentos frescos y sanos, y han podido generar ingresos -gracias a la comercialización del excedente de la producción- para adquirir semillas e insumos agropecuarios que les permita iniciar más cultivos y fortalecer la cría de aves. Esto también les ha evitado navegar por el río San Juan hasta Docordó o Buenaventura para comprar alimentos, lo que ha sido significativo para la economía de los hogares y el ahorro en combustible y tiempo.

Capacitación de la comunidad para fortalecer la autosuficiencia local

A cada pregunta, Cruz Elena trae a su memoria un sinfín de información útil recibida sobre agricultura, producción pecuaria, preparación y conservación de alimentos, hábitos de vida saludables y saludprácticas de auto protección familiar y comunitarias.

“Ha venido un chef para compartir con nosotros prácticas de cocina sobre la manipulación de alimentos, cómo mantenerlos frescos, y sobre la calidad de los ingredientes. Los beneficios de este proyecto son muchos pero, sobre todo, nos ayuda a tener una alimentación más saludable a mí, mi familia y la comunidad en general”, señala Cruz Elena.

El chef, que menciona Cruz Helena, es parte del equipo de profesionales en el territorio y fortalece la cooperación técnica brindada. Se han entregado conocimientos en la transformación de los alimentos reconociendo las prácticas tradicionales de la comunidad. Así mismo, tienen una mayor capacidad para gestionar el riesgo ante una posible escasez de alimentos por eventos antrópicos o agroclimáticos que se presenten, almacenando algunos alimentos para ser consumidos en momentos de escasez o dificultades de orden público.

A través del proyecto se ha podido participar en otras actividades, como el cultivo de plátano, papachina, yuca, hortalizas -como cilantro, habichuela, lechuga, tomate y pepino-, y en la cría de animales. Para lograrlo, hombres y mujeres han aprendido la importancia de la corresponsabilidad en las labores de hogar, lo cual ha mejorado las relaciones intrafamiliares y la equidad en las actividades productivas y domésticas familiares.

“La unión hace la fuerza”

A Cruz Elena le gusta el lugar donde vive, le gusta mirar las lanchas que suben y bajan a todas horas por el río San Juan. También le gusta la vida en la comunidad, donde prevalece el entendimiento y el trabajo comunitario, a pesar de las dificultades de orden público que se presentan. Estas dinámicas también se aplican ahora a las nuevas actividades agropecuarias que se están impulsando en su territorio.

“Intentamos trabajar todos, en comunidad, en unión” expresa Cruz Elena, exhausta por el calor de un sol que se intensifica bien entradas las doce del mediodía, termina diciendo: “La unión hace la fuerza. Si una comunidad está unida, todo lo lograremos”.