Zuza ya no tiene miedo
La primera vez que Zuza llegó a Hrebenne tuvo miedo. Se bajó del coche esperando oír llantos y gritos, creyó que encontraría gente sumida en la tristeza y la desesperación. “Temía encontrarme con una gran tragedia en la que no supiera cómo ayudar”, cuenta esta voluntaria de Polish Humanitarian Action. Pero lo cierto es que esta voluntaria de Polish Humanitarian Action, una organización local a la que estamos apoyando, ha encontrado muchas maneras de echar una mano en el puesto de acogida de personas refugiadas.
Ayuda para las personas refugiadas
“Aquí hace muchísimo frío, especialmente por la tarde y por la noche”, cuenta Zuza.
Así que lo primero que hace, cuando ve a alguien cruzar la frontera que les separa de Ucrania, es invitarle a buscar cobijo en una de las tiendas aclimatadas. Intentan que las personas refugiadas se sientan a gusto, que entren en calor con café, té y comida.
Pueden cubrir también otras necesidades, como productos higiénicos, comida para bebés, medicamentos. Cuentan con una tienda de atención médica, por si es preciso atender problemas de salud.
Las ayudas no son solo materiales
Zuza y sus compañeros y compañeras de esta organización humanitaria polaca se ocupan también de averiguar si las y los recién llegados tienen un plan, si saben ya a dónde quieren ir, si esperan que alguien les recoja o necesitan un medio de transporte hacia su destino.
Son muchas preguntas y “es un reto crear confianza tan rápido” para poder ayudarles. El puesto fronterizo de Hrebenne es un lugar donde muchas personas refugiadas pueden respirar tranquilas después de días de huida y miedo.
Sus necesidades no son solo materiales, a muchas les hace falta conexión humana. “Hablamos, escuchamos sus historias si quieren contarlas, nos enseñan fotos, nos cuentan de dónde vienen, a veces lloran”, cuenta.
Zuza ya no tiene miedo
También hay risas. Las de los niños y niñas que vuelven a jugar con voluntarias y voluntarios como Zuza. Para esta joven polaca “es alucinante ver a tanta gente llegando de todo el mundo” para ayudar.
Zuza ya no tiene miedo, porque en Hrebenne ha encontrado también esperanza. Ha encontrado mucha gente fuerte y ahora se siente sobre todo agradecida.
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