El 2 de julio es el Día Internacional de las Cooperativas (#CoopsDay) y, con ese motivo, nos trasladamos a las áridas tierras de Gorgol (sur de Mauritania), donde las mujeres están transformando sus vidas.

En medio de la arena y el viento, están surgiendo cooperativas que, mediante el trabajo colectivo diario, se organizan en pequeñas unidades de producción hortícola. Tomates, bissap, berenjenas, sandías, menta, zanahorias… Son todas frutas, verduras y plantas que uno no esperaría encontrar en estas aldeas remotas y que, sin embargo, son esenciales para garantizar una dieta sana y diversificada. Sin esto, la dieta diaria de la población local, principalmente mujeres y menores, se reduciría a un plato de cereales (arroz, mijo o sorgo) y un poco de leche. Las verduras se compran en pequeñas cantidades y cuando se lo pueden permitir.

Adquisición de tierras, producción hortícola y fortalecimiento de las cooperativas

Hay un sentimiento de orgullo cuando estas mujeres miran las verdes extensiones de su perímetro. Tierras trabajadas y desarrolladas gracias a su trabajo y a los conocimientos adquiridos en las formaciones impartidas por los expertos técnicos de Alianza-ActionAid.

Gracias a nuestros proyectos, la mayoría han podido diversificar su dieta con la producción hortícola. Al mismo tiempo, han reducido su gasto de compras en el mercado. También venden el excedente de producción, que se utiliza para reponer las arcas de la cooperativa.

Además, el apoyo a la organización de las cooperativas ha permitido reforzar y formalizar la unión de estas mujeres. Las ha dotado de una estructura interna: cuotas de socios, mantenimiento de una caja registradora, funcionamiento democrático y asambleas generales, etc. Todos estos conceptos son esenciales para el buen funcionamiento y se han desarrollado con formación, a medida que avanzaban los proyectos.

Una vez reunidas las mujeres en cooperativas oficiales, también es posible reclamar el acceso a la tierra y convertirse en propietarias. Esto no es insignificante en Mauritania, donde el acceso a la tierra es uno de los principales retos para las poblaciones rurales y, en particular, para las mujeres. Este paso es esencial para garantizar la sostenibilidad del proyecto y promover la seguridad alimentaria en la región de manera sostenible para las poblaciones más vulnerables.

Desigualdades de género y cambio climático

A pesar de todos estos avances, las mujeres se enfrentan a muchas dificultades relacionadas con las desigualdades de género, pero también con el medioambiente y el cambio climático que afecta a la región.

De hecho, los hombres adultos suelen emigrar a las grandes ciudades en busca de trabajo, dejando a las mujeres el mantenimiento del pueblo y el cuidado de los niños. Sin ingresos, muchas dependen de los salarios que les envían sus maridos.

Así, la agrupación y organización de las mujeres en cooperativas permite reducir parte de la vulnerabilidad que provoca esta situación.

Otros factores de dificultad: el contexto árido y la desertización de la zona. Aunque el proyecto ha facilitado acceder a aguas subterráneas, la sequía, cada vez mayor por el cambio climático, impacta enormemente en su lucha diaria. De hecho, la temporada anual de lluvias no se produjo en 2021, por lo que las capas freáticas no pudieron recargarse. Esto provocó el fracaso de muchas cosechas de este año.

Lo mismo ocurre con los cultivos tradicionales de recesión por inundación, que permiten el cultivo de cereales, como sorgo y arroz. Y es que la región no sufrió inundaciones el año pasado. Estos cereales son la principal fuente de alimentación de los pueblos locales. Por lo tanto, se puede imaginar el impacto negativo en la población, en términos de seguridad alimentaria y en la economía.

Por ello, nuestro objetivo es ayudar a estas mujeres, que se encuentran en plena lucha diaria por mejorar sus medios de vida en condiciones extremas. ¿Cómo? Facilitando el acceso a los recursos necesarios para la seguridad y la diversidad alimentaria y apoyando y fomentando su empoderamiento.