El feminismo me salvó
Por: Gioconda Diéguez
El feminismo me salvó de creer que nací para servir a los hombres y subordinarme a sus deseos y mandatos. Me enseñó a verlos como iguales y reconocer la diversidad.
El feminismo me salvó de quedarme sin derecho a la educación y de no poder tener voz para definir quiénes asumen la responsabilidad del destino de mi país. Me enseñó la importancia de que se garantice nuestra participación.
El feminismo me salvó de ocultar mis deseos y negarme el derecho al placer. Me salvó de pensar que las relaciones sexuales son solo para gestar y que la maternidad era mi destino obligatorio. Me ayudó a reconocer que tengo derecho a decidir.
El feminismo me salvó de sentirme culpable después de sufrir un acoso sexual y otros tipos de agresión. Me salvó de normalizar las violencias hacia las mujeres y de que cada día haya mujeres muertas o desaparecidas. Me enseñó que si tocan a una, respondemos todas.
El feminismo me salvó de pensar que calladita me veo más bonita y que no debo expresar mis inconformidades y las injusticias que veo. Me enseñó a no callar y que debemos levantar nuestras voces en favor de la igualdad.
El feminismo me salvó de creer que un príncipe azul me salvará, y me dio herramientas para reconocer mi valor y el daño del amor romántico en este mundo patriarcal, promoviendo nuevas formas de amar en igualdad.
El feminismo me permitió gozar de los derechos conquistados por feministas que me antecedieron, me permitió acuerparme con otras mujeres, crecer con ellas, y seguir luchando para que todas gocemos de nuestras libertades y derechos sin ningún tipo de discriminación.
Cada 8 de marzo, y cada día del año, reivindico las luchas feministas de ayer y de ahora, pues son luchas personales y colectivas, diversas y transformadoras, que permiten salvar vidas y generar cambios hacia un mundo mejor.