El suelo sostiene la vida
No es únicamente la superficie que pisamos. El suelo acoge las raíces de los árboles, da cobijo a animales, es alimento para nuestras hortalizas, recoge el agua de lluvia… El suelo sostiene la vida.
Además, el suelo constituye uno de los grandes sumideros de carbono en la Tierra. Mediante la fotosíntesis, plantas y árboles toman el dióxido de carbono de la atmósfera y lo transforman en carbono orgánico. Este queda retenido en la tierra. Una mayor cantidad de carbono en el terreno supone menos dióxido de carbono en la atmósfera.
El suelo y el calentamiento global
La calidad del suelo es determinante en cómo afecta el cambio climático. Un terreno sano es fértil y puede acumular carbono. Además, drena y almacena agua evitando sequías e inundaciones. También mantiene temperaturas bajas y resiste la erosión. Por el contrario, un suelo degradado pierde fertilidad y capacidad de retener dióxido de carbono. En lugar de retenerlo, lo libera, acelerando el cambio climático. Además, un suelo erosionado, donde no crecen árboles, no es capaz de absorber el agua de lluvia. Esto puede provocar deslaves y movimientos de tierra que pueden acabar sepultando casas y personas.
Así ocurre en países como Haití. Allí, los monocultivos y la tala de árboles están degradando el ecosistema y haciéndolo más vulnerable a los desastres naturales. Además, el acaparamiento de tierras tiene un efecto directo en el cambio climático ya que en la mayoría de ocasiones se produce “robando” territorios al bosque o a la selva para sustituirlo por monocultivos destinados a la exportación. En Haití trabajamos con la población afectada, especialmente con mujeres, apoyando cooperativas de agricultores e implantando técnicas agrícolas respetuosas con el medio.
Un trabajo que también hacemos en Mozambique o Senegal, donde la sequía y la desertificación amenazan las cosechas y la seguridad alimentaria de las personas.
Porque un suelo sano puede prevenir los peores impactos del cambio climático.
Conservar el suelo: clave para cuidar la alimentación y el clima
Por otro lado, el suelo no es solamente el lugar sobre el que vivimos y desarrollamos nuestras actividades. De él obtenemos los nutrientes que necesitamos para vivir.
Tanto efectos del cambio climático, como el descenso de humedad, como malas prácticas en la producción de alimentos, pueden causar desertificación y su consiguiente pérdida de productividad. El sobrepastoreo, ciertas formas de riego y la deforestación degradan el suelo y ponen en peligro el equilibrio de la naturaleza. Los pesticidas para el control e incremento de productividad de los cultivos suponen un peligro añadido. Y es que, además de contaminar suelo y agua, afectan a la salud de las personas.
Lo que comemos incide en el calentamiento global
El consumo de alimentos también juega un papel importante en el aumento o reducción de las emisiones. Elegir una dieta basada en vegetales producidos de forma ecológica y local ayuda a reducir la degradación de los suelos. Porque esta degradación es causada por las industrias ganadera y agrícola convencionales. Asimismo, se eliminan las importaciones y exportaciones a largas distancias, causantes de emisiones de gases de efecto invernadero.
En el marco del proyecto europeo Food Wave, trabajamos con jóvenes activistas para sensibilizar acerca de las conexiones entre nuestro sistema alimentario y el cambio climático. Alentamos así a pensar un mundo más sostenible.
Proteger y conservar nuestros suelos es asegurar la alimentación y el clima para el futuro.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!