Entrevista a Juan Manuel Eguiagaray, presidente de Alianza por la Solidaridad en Compromiso RSC

 _MG_1894Alianza por la Solidaridad tiene la firme convicción de que el cambio social, la igualdad de los seres humanos, la erradicación de la pobreza, los derechos humanos y tantas otras grandes causas no se aseguran mediante el trabajo aislado, sino mediante la colaboración con otros y el establecimiento de múltiples alianzas que permitan vencer las resistencias existentes. Es por ello que esta ONG de cooperación al desarrollo se define como un proyecto abierto, que trabaja en red con distintos actores, para impulsar los cambios sostenibles y conseguir un desarrollo social asentado en los derechos y en la libertad.

¿Cuáles son las principales causas en las que está trabajando Alianza por la Solidaridad?
Trabajamos en distintos espacios geográficos en África, en América Latina, en Oriente Medio y, por supuesto, en medio de la sociedad española. Hombres y mujeres unidos defendemos la igualdad de derechos de las mujeres en las sociedades del mundo, la erradicación de la violencia contra ellas y la afirmación de su papel estratégico en el desarrollo social. Estamos comprometidos en facilitar e impulsar el desarrollo local, económico e institucional de las comunidades rurales y urbanas y su sostenibilidad ambiental. Y, junto a estas tareas de promoción e impulso al desarrollo, atendemos a poblaciones afectadas por conflictos y catástrofes mediante programas de asistencia y ayuda humanitaria.

¿Cuáles considera que son los principales retos de la sociedad española en materia de solidaridad?
Sin duda, en el orden interno, la reconfiguración del Estado de bienestar que ha sido debilitado en su extensión y prestaciones por las políticas puestas en marcha con motivo de la crisis. Es preciso fortalecer sus fundamentos en términos de derechos de ciudadanía y garantizar su sostenibilidad económica. Pero la solidaridad no tiene únicamente dimensión nacional. Los problemas que sufren los españoles no pueden servir de justificación para que como sociedad olvidemos las situaciones extremadamente lacerantes de millones de personas fuera de nuestras fronteras. O para que, como país, simplemente ajustemos las cifras del déficit público liquidando literalmente las partidas de la contribución a la cooperación al desarrollo que figuraban en ellos.

Alianza por la solidaridad persigue un modelo de ciudadanía global informada, crítica y con ganas de implicarse en los cambios sociales necesarios para conseguir un mundo más centrado en las personas. ¿En qué punto se encuentra la ciudadanía para llegar a ser de este modo que propugnan?
Estamos asistiendo a una demanda social renovada por una democracia activa y crítica. Muchos ciudadanos quieren participar, justamente, en la construcción de su vida colectiva. Algunos mediante una participación más directa en la vida política partidaria, bajo nuevas o renovadas instituciones. Otros mediante su participación en organizaciones de la sociedad civil. Nosotros somos una de ellas. Queremos servir de cauce a una ciudadanía activa, que quiere contribuir al cambio social. No somos un partido político sino una ONG de cooperación al desarrollo, pero formamos parte de una visión progresista de la sociedad en la que la libertad, los derechos y la igualdad social son pilares indispensables del mundo por el que trabajamos. Afortunadamente, la crisis no ha adormecido la sensibilidad ciudadana por estos asuntos sino todo lo contrario, la ha puesto en primera línea.

Uno de los ámbitos de actuación de la organización es el desarrollo local sostenible. ¿Qué consejos daría a una empresa para garantizar la sostenibilidad de su cadena de suministro?
Una receta bien conocida en el mundo de la RSC: convertir en partners del proyecto empresarial a los suministradores locales. Precios, desde luego, pero también condiciones de producción, laborales y ambientales, son ingredientes indispensables de la competitividad empresarial y de la sostenibilidad. La visión oportunista de corto plazo no guarda relación con el desarrollo local sostenible ni con una idea seria de la empresa.

Y en el ámbito de la acción humanitaria, ¿cuáles son los retos que la sociedad debe afrontar?
Todavía tenemos que dar pasos para la «organización social del sentimiento». Me refiero a los impulsos solidarios de la población hacia el socorro y la compasión. Son nobles sentimientos humanos que brotan con fuerza ante catástrofes y calamidades, pero no siempre se canalizan bien las emociones, que deberían, sobre todo, apoyar los criterios profesionales probados. Y principalmente, a la vista de la rapidez con la que cambia el foco del interés público, en función de la última edición de los telediarios, son indispensables mejores mecanismos de dación de cuentas que hagan transparente y evaluable la utilización de las ayudas.

¿Qué es necesario hacer para garantizar los derechos de las mujeres? ¿Se trata de un problema de los países en desarrollo o también hay que trabajar en los países desarrollados? 
Cada vez es más clara la conciencia social de que éste no es un problema menor ni que sólo afecte al mundo en desarrollo o a ciertas culturas. Los datos de Naciones Unidas son apabullantes en la descripción de la estructural desigualdad de mujeres y hombres en la vida social. No es sólo el problema de la violencia de género, del que ninguna nación conocida, desarrollada o no, está exenta. Son las situaciones de desigualdad jurídica, sancionadas con frecuencia por las leyes o grabadas a fuego en el código cultural de muchas sociedades. Y las desigualdades económicas, de presencia social, de poder político, que se derivan de todo lo anterior.

Uno de los ejemplos más claros de esta globalización de las luchas sociales es el modo en que mujeres de múltiples lugares, africanas, latinoamericanas, indias o criollas, de países árabes, españolas o europeas, pueden expresar sus afanes comunes en un plan de acción. Es obvio que hay problemas específicos, propios de países y culturas, pero es imposible no ver una causa común que da sentido a todas las diferencias. Cuando en Alianza por la Solidaridad lo traducimos en programas de acción para Senegal, Bolivia, Ecuador, Marruecos o Palestina tengo la convicción de que vamos en la buena dirección.

JM Tronco¿Cómo está afectando la crisis en los retos que deben ser afrontados por lasociedad civil? 
La crisis tiene dos efectos contradictorios. Por un lado, hay más preocupación por los efectos sociales generados y, por otro, hay menores recursos canalizados a su solución. Sin duda, una equivocada política económica europea y española llamada “de austeridad” ha hecho inevitable el aumento y la duración del sufrimiento generado por la crisis. La ausencia de respuesta institucional ha movilizado múltiples resortes en la sociedad civil: las familias, en primer lugar y las organizaciones sociales, después. Pero en condiciones como las actuales, la generosidad social no puede compensar los efectos de la crisis.

En Alianza por la Solidaridad hay un espacio para las empresas socialmente responsables que quieren contribuir a un mundo mejor. ¿De qué forma una empresa puede colaborar con la entidad? 
Antes mencionaba la idea de las alianzas de actores en los procesos sociales. Soy un convencido de la necesidad de avanzar en líneas de colaboración con empresas, que se reiteran mucho, aunque no siempre adquieren toda su potencial dimensión. Las empresas ni son ni deben ser ONG, pero tienen un papel insustituible en el desarrollo que significa –entre otras cosas– un proceso sostenido de producción de riqueza en beneficio de la sociedad. Y nosotros, como impulsores de procesos de cambio, buscamos la articulación de los distintos actores que puedan darle densidad y orientación al cambio que se requiere. Necesitamos empresas que quieran compartir con nosotros esta visión. Nos viene muy bien –qué duda cabe– si están dispuestas a financiar actividades y programas. O, en ocasiones, a aportar su especialidad profesional para la ejecución de los programas. Pero queremos aprender de ellas, en algunos terrenos y, también, les podemos enseñar algunas cosas que conocemos bien en los lugares en que trabajamos y donde estamos bien relacionados con el tejido social. Trabajamos con cada empresa interesada para hallar la mejor forma de compaginar nuestros deseos e intereses.

En su opinión, ¿qué deberían hacer las empresas para ser socialmente responsables?
Asumir por entero su papel. Nadie razonable les pide que dejen de ser empresas, con lo que esto significa, de creación de riqueza y de búsqueda de rentabilidad. Lo que se les exige es que lo sean con visión de sostenibilidad. Lo que entraña un compromiso con las sociedades en las que sirven, los trabajadores que las integran, los suministradores que las proveen y, en general, con todos sus stakeholders. El principal adversario de la RSC es el oportunismo y la visión empresarial de corto plazo que hace del éxito un titular fugaz en vez de un objetivo permanente.

¿Cree que la crisis ha provocado un “parón” en la RSC de las empresas?
La necesidad de explicar –o de justificar– sus resultados económicos, no siempre buenos, ha dejado muy en segundo plano el interés por acreditar avances en la gobernanza corporativa o la urgencia por poner fin a manifiestas deficiencias. Sí, con honrosas excepciones, no son los mejores años para la RSC. Lo que, en ocasiones, sirve también para acreditar que no todas las empresas que hablan de RSC se la han tomado como un factor estratégico y que un marketing corporativo algo superficial es todavía un aliado demasiado estrecho de la RSC.

¿Cree que los recortes del gobierno están provocando que cada vez más las empresas cojan las riendas del Estado del bienestar?
No, en absoluto. No podrían hacerlo sino marginalmente. Pero, sobre todo, la idea misma de Estado de bienestar no es algo supeditado al principio de subsidiariedad, en el que el Estado intervendría sólo en cuanto no lo hicieran los individuos, sino, por definición, un conjunto de derechos bien definidos que los ciudadanos tienen garantizados por serlo y que se proveen a través de mecanismos diversos, incluida la colaboración privada en su prestación técnica.

El problema hoy es que se han producido retrocesos en la garantía de esos derechos sin que aparezcan otros mecanismos distintos de la ayuda graciable o el socorro asistencial. Esto es lo que tiene que cambiar en nuestro país.

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