Nermen, refugiada siria: “Parí a mi hijo en unas ruinas de Homs”

Cuando la joven Nermer habla de la ciudad de Homs, las imágenes de la ciudad más bombardeada de Siria se convierten en el telón de fondo de su estremecedora historia. Está vestida hasta los pies con una gabardina gris y un pañuelo, también sin colores, enmarca su hermoso rostro. Cada poco rato, su marido la llama al móvil. Quiere saber dónde está, qué hace, con quién anda… Y ella contesta suavemente, pero con una voz que, como sus ojos, indican que ya no tiene miedo.

Nemer vivía en un barrio que fue tomado “a sangre y fuego” por el ejército para expulsar a los rebeldes al régimen. Casada a los 15 años, apenas adolescente, con un  hombre que le doblaba la edad, las relaciones nunca fueron buenas entre ellos.  Pero vivían bien. Con la guerra, se quedó sola. “Mi marido comenzó a ayudar a periodistas extranjeros a cruzar la frontera con Líbano, iba y venía continuamente. En mi casa estuvo el español Javier Espinosa, y otros muchos. Le pagaban bien, así que teníamos dinero. Pero en 2012, todo empeoró. A menudo estaba sola con mi hijo mayor, embarazada, sin poder salir de casa porque caían bombas, porque había francotiradores en las esquinas”.

Sorprende la calma con la que Nermer echa la vista atrás, en la pequeña consulta de la clínica de Ajlun. “Tuve que parir en un hospital clandestino, unas ruinas donde había un médico. A finales de 2012, varias bombas cayeron sobre la casa y en otra ocasión los soldados me detuvo con mis hijos y me quitaron todo el dinero y las joyas que tenía. Después de aquello, mi marido me dijo que huyera a Damasco, y allí se reunió conmigo, pero al final él se quedó y me vine sola a Ajlun, porque tenía familiares”.

Con un bebé de un mes y otro niño de tres años a cuestas, la joven logró cruzar la frontera, a tramos en coche y a tramos caminando. Y poco después su marido, herido en una cadera, se reunió con ella. “Nunca fue cariñoso, pero desde que llegamos me golpea con la mínima excusa, hasta que mi cuerpo sangra.  Ver tanta violencia, le ha dañado y ahora lo hace conmigo. Durante dos años, desde que llegamos a Ajlun, no me dejó salir de casa, él era quien me llevaba la comida, y yo no hablaba con nadie; pero en 2014 conocí esta clínica y ahora le digo que vengo a atención médica, así que me deja salir. No sabe que vengo a recibir terapia, que aquí me informan de cómo sobrellevar esta sitaución”. Vuelve a sonar el móvil por tercera vez apenas dice estas palabras.

“Este centro cambió mi vida. Ahora se lo que es planificación familiar, porque ya no quiero más hijos y aquí me han explicado cómo hacer para evitarlo. También me han sacado el miedo del cuerpo y he podido encontrarme con otras personas en mi situación. Se que no podemos volver a Siria mientras este Bachar El Assad porque mi marido está fichado, y por ello hemos pedido visados para irnos a Francia o Italia, que nos han denegado. Nunca iría por mar, por miedo a perder a mis hijos. ¿Sabe usted qué puedo hacer para que nos acepten”.

Sin tu ayuda, las refugiadas sirias ESTÁN SOLAS

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