Conoce a las mujeres migrantes en su ruta africana: asedidadas y sin derechos

Miles de inmigrantes subsaharianos atraviesan cada año Mauritania. Muchos son mujeres con sus hijos que se quedan atrapadas en el camino durante meses, o años porque las rutas hacia el Norte están bloqueadas. El problema de estas mujeres es que están en un país que legalmente les otorga derechos, pero que en la realidad se los quita. Un estudio de Alianza por la Solidaridad revela las barreras a las que decenas de miles de personas se enfrentan y plantea soluciones para acabar con su vulnerabilidad. La investigación, realizada por la ONG española Alianza por la Solidaridad junto con la Misión Católica (MC), se centró en la realidad de Nuadibú, una zona clásica de paso migratorio. En la ciudad se han registrado oficialmente 14.900 migrantes, si bien algunos estudios incrementan la cifra hasta 40.000. Cerca del 30% son mujeres, a menudo acompañadas por sus hijos. Casi todos llegaron a Nuadibú por razones culturales y lazos familiares, huyendo de conflictos en sus países o de la pobreza.

El estudio refleja cómo la legislación mauritana distingue entre extranjeros “privilegiados” y los desheredados. Estar en una u otra categoría depende de que tengas el dinero para conseguir una tarjeta de residencia, que cuesta unos 75 euros, una cantidad de la que muchos no disponen.

Principales carencias

El hostigamiento policial y social para personas migrantes en la franja del Sahel ha aumentado desde la crisis del 2006, como lo demuestran numerosas noticias e informes y cada vez es más difícil ser migrante en el país. Estos factores son amenazas reales sobre la expulsión colectiva de migrantes, que entran en contradicción con los tratados internacionales pertinentes en materia de inmigración, incluida la Convención de la ONU sobre los trabajadores migrantes, ratificada por Mauritania. Entre los problemas que estas mujeres tienen destacaban el acceso a una vivienda digna con un alquiler asumible y de las que no puedan ser desalojadas porque no les hacen contrato y sus condiciones laborales: la normativa solo les permite ocupar en puestos que no pueda cubrir la población local, y ello aboca a las migrantes a trabajar en el procesamiento del pescado o en el trabajo doméstico, con condiciones al límite de la esclavitud en las que en ocasiones no falta el acoso y la violencia. Muchas veces son niñas, a las que se llama “Petites bonnes” y cuya situación de semi esclavitud ha sido largamente documentada por medios y ONG.

La conclusión es que la mayoría de estas mujeres en economía informal (sin contrato) no pueden tener acceso a la atención social si enferman o si sufren un accidente. Al menos, si tienen acceso a la atención médica, al margen de su situación legal. Pero esto no es una ventaja ya que el sistema médico mauritano tiene escasos recursos humanos y poco personal especializado, por lo que la mayoría acaba en consultas privadas que son muy elevadas.

La planificación familiar es casi inexistente, pues hasta el preservativo es visto por la policía como una evidencia de prostitución, prohibida por la sharia (ley islámica que rige el país). Si hay abortos, son totalmente clandestinos, poniendo en riesgo la vida de la mujer. Gracias a la cooperación francesa, desde hace 13 años existe un servicio de atención a las embarazadas.

mujeres migrantes Mauritania

Más fácil es el acceso al derecho a la educación, garantizado para todos los residentes extranjeros. Pero el estudio revela que las migrantes están poco instruidas, aunque en un nivel muy superior a la mayoría de sus países de origen: El 22% tenía primaria, el 45% había terminado la secundaria, un 15% tenía estudios universitarios. El 18% eran analfabetas, o casi. Las mujeres migrantes sufren un auténtico agujero negro con la justicia. Algunas, acompañadas de sus hijos, sufrieron abusos sexuales, violaciones y explotación por bandas criminales o la propia policía durante su viaje Nuadibú y en esta ciudad, a menudo en los puestos fronterizos de control. La inmigración en Mauritania se asocia a la prostitución, el sida y los problemas públicos, lo que se traduce en discriminación y prejuicios que les generan, no sólo lesiones físicas, sino trastornos como ansiedad, depresión. Sin embargo, el sistema judicial favorece a los autóctonos en caso de disputa con extranjeros. Incluso en casos de violación, la mujer es culpable: es un delito denominado zina, o relación sexual fuera del matrimonio.

Pero ante este retrato, Alianza por la Solidaridad también plantea soluciones que deben ponerse en marcha para que miles de mujeres recuperen o adquieran derechos fundamentales para cualquier ser humano. Se recomienda que se armonicen mejor las leyes con la realidad migratoria teniendo en cuenta que el país es parte de la ruta hacia Europa.

  1. Es necesario que se reconozca el acceso a la seguridad social en el sector informal (vendedores informales, empleados del hogar y otra gente sin contrato). Sería recomendable fomentar y promover el acceso a la seguridad social para los/as trabajadores/as inmigrantes a través, por ejemplo, de los sistemas de seguros auto gestionados por la comunidad, como funcionan en Senegal.
  2. Urge una mejor formación de los funcionarios que atienden en los puntos fronterizos y de las fuerzas de seguridad.
  3. Asimismo, Mauritania debe tener un Ley sobre Arrendamiento de Viviendas y asistir a las mujeres que buscan un lugar digno donde vivir.
  4. Es fundamental promover el trabajo decente y sostenible, apoyando el autoempleo y la creación y gestión de actividades generadoras de ingresos.
  5. Respecto al derecho a la educación, debería promoverse aquella que favorece la tolerancia de la diversidad cultural en el medio escolar, a la vez que se crean guarderías que permitan a las migrantes conciliar entre su vida reproductiva y productiva.
  6. Mauritania necesita una atención especial al derecho a una salud sexual y reproductiva para todas las mujeres, especialmente las más vulnerables.
  7. El acceso a la justicia debe ser más accesible a la población femenina migrante, para denunciar todos los actores de violencia, violación y explotación. El estudio recomienda también la creación de un centro de escucha, acogida y de apoyo social y psicológico de las mujeres víctimas de la violencia. Así como la promoción de actividades de sensibilización y prevención de la violencia y racismo en todas las esferas de la sociedad mauritana.
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