Entrevista a Yolette Etienne de ActionAid Haití

Haití está al borde de una grave crisis social. Las últimas movilizaciones en el país, a raíz de una subida en los combustibles, ha puesto en un brete al Gobierno del presidente Jovenel Moïse , cuyo primer ministro ha tenido que dimitir. La causa: una subida de los combustibles que encarecía la vida en un lugar donde se vive ya al límite. Ahora se presenta otra oportunidad de reactivar los lazos para relanzar las bases de un movimiento democrático que acabe con décadas de corrupción, deterioro social y ambiental y con las intromisiones de instituciones internacionales y de otros países en sus políticas. Una de las personas que mejor conocen la realidad haitiana es Yolette Etienne, responsable de Action Aid Haití y especialista en relaciones internacionales, emergencias y desarrollo. Alianza por la Solidaridad forma parte de Action Aid internacional desde el pasado mes de junio y trabaja en Haití desde 2008. La entrevista tiene lugar por Skype, poco después de las protestas que han causado una veintena de muertos.

El prestigio de las ONGs está muy ‘tocado’ en Haití tras algunos casos, pero sin embargo el país depende de la ayuda internacional. ¿Cambiará esto algún día?

Efectivamente, vivimos en la ‘república de las ONGs’. En realidad, este proceso ha evolucionado con el tiempo. Durante la dictadura de Duvalier y tras su caída teníamos pocas ONGs internacionales, entre las que algunas de las más conocidas se centraban en el apoyo a la construcción de la democracia; para ello se apoyaban en organizaciones locales. Fue con el terremoto de 2010 cuando hubo una auténtica invasión de ONGs extranjeras que, en general, obviaron a estas organizaciones locales. Aquello fue muy grave porque frenó el empoderamiento local, las debilitó, y además se hicieron cosas sin tener en cuenta el contexto del país. Fue uno de los factores de que las conquistas de consolidación social de los años 80 no se concretaran en un cambio del espacio político. Y así llegamos a las elecciones que ganó el cantante Michel Martelly. La corrupción con Martelly fue tremenda, pero la sociedad civil ya estaba dividida y la oposición debilitada. En 2017, el cambio tampoco ha llegado con el presidente Jovenel Moïse, pues es de la misma familia ideológica y está implementando sin matices una política que profundiza la brecha social. Así que aún tenemos el reto de reconstruir esas organizaciones locales haitianas y contar con ellas para que el cambio tenga lugar, porque no va a venir de los partidos de arriba.

En ese contexto desmotivador ¿Cómo se ha fraguado la movilización que ha tenido lugar en junio?

Desde que el presidente Moïse llegó al poder [febrero 2017], ha habido varios acontecimientos que han generado tensión social. Uno tuvo lugar al presentarse los presupuestos nacionales, en septiembre pasado, porque se recogía un fuerte aumento de los impuestos que afectaba a la población más pobre, y justo cuando la ayuda internacional disminuía. Hubo muchas manifestaciones. Fue un momento de consolidación de los sindicatos, sobre todo del sector textil, que por ahora es muy fuerte en Haití. Los obreros pedían un aumento del salario mínimo, que es de 5 dólares al día. Con ese dinero es imposible sobrevivir, pero no consiguieron resultados y sus manifestaciones son sistemáticamente reprimidas. En Haití, el textil se potenció con la Ley Hope que aprobó Estados Unidos para liberalizar el comercio entre ambos países en este sector. Aquello atrajo a empresas de toda América Latina y Asia a Haití, que utilizan socios haitianos para beneficiarse de las exportaciones a la potencia del norte pagando una miseria a los empleados. Y el último revulsivo fue el anuncio del aumento de los combustibles entre un 31% y un 51%, este último para el queroseno, que es lo que utilizan las familias para tener luz donde no hay electricidad. Se desató el caos de nuevo.

¿A qué se ha debido esta decisión?

Desde que en marzo de este año, Moïse se reunió con el FMI ya se venía hablando de que le habían exigido liberalizar los precios del gasoil y la electricidad, lo que supone aumentarlos. Con el ánimo de evitar las protestas, se decidió anunciar la subida el día que jugaba Brasil en el Mundial de Fútbol. En Haití hay mucha afición y pensaron que todo el mundo vería el partido y celebraría la victoria brasileña, así que aprovecharon ese momento. Pero Brasil perdió y la población se enteró. Ese 6 de julio comenzaron a poner barricadas en todos los barrios, quemando ruedas, bloqueando a miles de personas en la capital y otras ciudades. Fue un movimiento espontáneo. Al día siguiente, después de la alocución del primer ministro anunciando que las medidas no cambiaban, empezaron las grandes manifestaciones para ir a atacar comercios, oficinas publicas, quema de vehículos… Eso duro dos días pero la vida normal no pudo reactivarse hasta el martes 10 de julio. Subir el gasoil afectaba también a quienes utilizan el transporte público o comen arroz que hay que llevar de un lado a otro y que también se encareció. Ese ha sido el último momento clave de movilización en el que la población ha mostrado su hastío con el Gobierno aunque desorganizadamente.

¿Se puede decir que es un Gobierno fracasado?

Lo que está claro es que fue elegido por muy poca población y que no ha supuesto ningún cambio. Fíjese en la Caravana del Cambio que organizó para recorrer el país. En su día, Moïse dijo que era para revitalizar el sector agrícola, pero se lanzó a ello sin dinero y al final recurrió al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y a sacar fondos de otros ministerios, todo ello sin una estrategia y, lo que es peor, sin ningún resultado. Gastó un dinero que no hay para nada más que para que los ricos ganaran más comprando equipos caros, pero sin explicar cómo se iban a mejorar la condiciones de los pequeños agricultores. También fijó un presupuesto para el Parlamento que es como el presupuesto de Salud del país, un Parlamento, por cierto, donde todos los diputados partidos sacan beneficios porque presionan al Gobierno para que nombre directores generales, embajadores… Otro ejemplo es lo ocurrido con Pretrocaribe. Es indignante que el presidente se opusiera da dar seguimiento a los informes de fraudes y saber dónde han ido los 3.000 billones de dólares del crédito flexible que ofreció Venezuela mientras duró el suministro de petróleo de este país. Peso a todo, la debilidad, desilusión de la población hacia políticos, la debilidad de la oposición y división del sector democrático es lo que da fuerza a este Gobierno sin visión de desarrollo y de mejora de la situación de la población.

¿Existe algún riesgo de un levantamiento como el que tiene lugar estos meses en Nicaragua?

Si el Gobierno no tomara ninguna medida podría ocurrir algo parecido pero, como comentaba, la sociedad civil es débil. Este levantamiento de ahora ha sido espontáneo, sin que haya detrás un espacio para construir una fuerza democrática. Recientemente, nos hemos reunido 20 organizaciones de campesinos, de obreros, de mujeres, de organizaciones en los diferentes departamentos, probablemente como otros intentos de agrupamiento, con el ánimo de generar ese espacio. Como Action Aid Haití ayudamos este tipo de encuentros porque creemos que son positivos para el país. La última convocatoria de huelga general, del 30 de julio, no ha tenido impacto porque se hizo aceleradamente. Ahora, si el Gobierno dicta alguna medida destinada a la población, podrá aguantar y no convertirse en otro conflicto como el nicaragüense. Por otro lado, como ONGs también debemos presionar a instituciones como el FMI para que dejen de presionar económicamente a Haití y apoyen el diálogo democrático.

¿Hay esperanza para Haití?

Por supuesto que la hay. Cada vez que hay una pequeña luz, los haitianos retomamos la esperanza por nuestro futuro. Hay muchas iniciativas en marcha en mi país, lo que pasa es que no se articulan a nivel global para hacer crecer el desarrollo. No hay postura en la élite para romper con el ciclo de la miseria de un pueblo que nunca para de luchar, pero sí se puede ver que, frente a las prácticas recurrentes y desesperantes de los dirigentes políticos, siempre el pueblo haitiano ha demostrado que no se rinde y que está en busca de esperanza. Es la lección de los días 6 y 7 de Julio.

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