PIOJOS CON LAS UÑAS
Estíbaliz San Sebastián San Cristóbal
A 25 de noviembre y desde mi mesa de trabajo presento mi dimisión por incapacidad. No puedo hacer nada para respaldar el discurso que acompaña esta denuncia presentada hoy por una víctima que ya no podrá ser protegida. Creo que es suficiente:
«Vengo a denunciar al Presidente del Gobierno y al Ministro de Justicia porque, por fin, estoy muerta, pero no tengo prisa. Ustedes sabrán dónde se apunta. Seguro que existe una casilla para marcar las muertes cantadas. Tendrán un manual, un vademécum de la culpa que explique el nivel de implicación de los acusados. Búsquelo, necesito que se entienda bien.
Estoy aquí para demostrar que son culpables. Quiero denunciarlos por complicidad y por dejación de ayuda.
¿Creé usted que prosperará la denuncia?
Le veo preocupado. Como si no supiese qué hacer con mis palabras. Es su trabajo, preguntar y tomar notas.
Yo estoy muerta porque nadie vio nunca nada.
Ocurre tan poco a poco la muerte que sigues contestando al teléfono y hasta te crecen las uñas.
Te matan en silencio. Sin facturas. Un trocito cada día.
Rellene su jodido cuestionario. No sea pusilánime. Que yo sea la muerta es circunstancial.
Ha ocurrido hace unas horas. Me mató en casa como quien aplasta piojos con las uñas.
Necesitarán pruebas y yo estoy aquí para eso.
Un cadáver dispuesto a declarar. El caso más fácil de su vida.
Me han traído los forenses con el trabajo hecho. Éramos viejos conocidos y la autopsia, más que autopsia, ha sido un reencuentro.
Matar es solo un gesto. Aprietas y el cuello se rompe como se rompen los vasos que se caen solos de las manos.
Pero no se equivoque conmigo. No quiero promesas, ni despachos donde pueda hablar mucho más cómoda de mi problema.
Quiero denunciar al Presidente del Gobierno y al Ministro de Justicia y que me asignen un abogado de oficio.
La violencia es inmensa, pero esto no es una guerra. Duerman tranquilos. Las guerras se hacen contra los pueblos y las mujeres no somos un pueblo. Se hacen contra las ideas y las mujeres no somos una idea. Se hacen contra los hombres y las mujeres en las guerras somos cuerpos que hacen cuerpos. Cuerpos viudos, violados.
Por eso nadie vio nunca nada. No hay epidemia ni exterminio mientras nos maten en casa. De una en una. Como quien aplasta piojos con las uñas.
Pueden abrirme en canal y analizarme por partes. Esta vez llegaré al final y ustedes podrán colgarse una medalla. Por fin duerme tranquila, la muerta, en su cajita».
Tercer premiado del IV Concurso
de Relatos Cortos – Fundación Luz Casanova