Entrevista a Liliana Carillo, premio SIN RIESGO en Bolivia.

A Liliana Carrillo se le abrieron los ojos a los maltratados derechos de las mujeres en Bolivia a raíz de las historias que fueron llegando a su redacción a lo largo del tiempo. Liliana es periodista en el diario Página Siete, un medio relativamente nuevo donde ejerce de responsable del equipo de investigación para reportajes. Se trata de una sección que se financia con ayudas exteriores y que pone ‘el dedo en llaga’ de una situación social que no siempre es del agrado del Gobierno.  “Estudié comunicación social, porque en mi país no existe Periodismo como carrera, y Literatura, y comencé a trabajar muy joven. A los 19 años ya escribía en un suplemento juvenil en La Razón de Bolivia. Desde entonces sigo comprometida con mi profesión”.

 

Liliana acaba de ser premiada con un viaje a España en el Concurso  de Reportajes Periodísticos de Bolivia en la categoría de ‘Periodista Sin Riesgo’, un galardón financiado por Alianza por la Solidaridad que consiguió por su  reportaje “Fui discriminada y juzgada por someterme a un aborto legal”  http://www.paginasiete.bo/sociedad/2017/3/26/fui-discriminada-juzgada-someterme-aborto-legal-131950.html (marzo de 2017), la historia de una mujer llamada Magda que le sirvió para adentrarse en el derecho al aborto en su país.

 

En Bolivia ¿Cómo se tratan en los medios los temas relacionados con los derechos de las mujeres?

 

En general hay mucho amarillismo, mucha descontextualización, pero lo más preocupante es que no se profundiza. Las muertas son cifras, no mujeres con una familia, alguien que tenía vida, sueños y aspiraciones. Es un reto cambiarlo pero nosotros no queremos que se queden en un número. Hasta agosto en Bolivia había habido 80 feminicidios en sólo 11 millones de habitantes. A nivel general, el caso que detonó en 2015 la promulgación de la ley 381, que es la ley integral de defensa de la mujer, fue la muerte de la periodista Hanalí Huaycho. Su ex marido, policía, fue a su casa y la mató a cuchilladas delante de su hijo de 5 años. Era un personaje público y aquello provocó que se hiciera una ley avanzada en la que se penaliza el feminicidio con 30 años de cárcel. Lo malo es que no termina de cuajar, que no hay recursos para activarla.

 

¿Las mujeres bolivianas son conscientes de esta ley y otros derechos?

 

En el sector urbano si, pero no en el ámbito rural. La cultura machista persiste, aunque también hay valles bolivianos en los que son ellas las trabajadoras, las que salen, venden, llevan la batuta… Pero luego hay otros muchos lugares donde no es así. Lo que aumenta es el número de mujeres que se asocian para emprender actividades. Piden dinero juntas y cuando consiguen salir adelante solas, pueden librarse de un abusador, que además comienzan a estar mal vistos. En nuestro Código Penal incluso hay un artículo contra el acoso callejero, que te digan una ‘machotada’ por la calle se penaliza y eso ya es un logro.

 

Recientemente en Bolivia ha habido movilizaciones, promovidas desde la Iglesia, contra la reforma de la ley del aborto que ha abierto el abanico de posibilidades de interrumpir el embarazo.

 

En mi país, el pasado mes de marzo se ampliaron los casos de aborto (que eran violación, estupro y peligro para la vida de la madre) con otros nuevos supuesto: también es legal si la madre es pobre y tiene ya hijos a su cargo, personas con discapacidad o mayores y si es estudiante. Pero si, la Iglesia tiene mucho poder en mi país. Tiene colegios, universidades… y no sólo la Iglesia Católica, quizás tienen más fuerza las evangélicas, que están muy afincadas en el área rural y peri-urbana y que manejan mucha ‘plata’. Las que más se movilizan son ellas, y son miles. También hay sectores muy conservadores que se oponen. En contraposición está el Pacto por la Despenalización del Aborto, en el que están ONGs, grupos de mujeres, activistas, que lo que quieren es que dejen de morir mujeres, que quien decida abortar pueda ir a un lugar decente donde no le van a matar, donde no va a coger una infección. En definitiva, que las mujeres puedan ejercer sus decisiones.

 

Respecto a las muertes, ¿de qué cifras estamos hablando?

 

Hablamos de que en mi país ha habido 120 casos de abortos legales en un año y se calcula que otros 185 ilegales al día. Es evidente que la educación sexual está lejos de conseguirse. Recientemente pusieron en el municipio de El Alto un dispensador de preservativos pensando en los jóvenes y una señoras protestaron porque decían que se incentivaba el sexo. La población debe concienciarse de que no porque haya una ley más permisiva se va a abortar más pues las mujeres abortan con o sin ella y deben hacerlo sin recurrir a los ‘matasanos’. Otra cosa es lo que está pasando con los médicos, que están en contra de la reforma y se escudan en la objeción de conciencia. En el último año cada vez son más los que denuncian a las mujeres que recurren a ellos.

 

¿Cuándo comenzaste a interesarte como profesional por este tema?

 

El año pasado se supo que una mujer había sido detenida acusada de abortar. De la clínica fue al juzgado y estuvo a punto de morir. Luego la encarcelaron más de 20 días. Todavía debe ir cada semana al juzgado. Está criminalizada. A raíz de este hecho, al que no se dio mucha cobertura mediática, nos pusimos a investigar, gracias a la colaboración con la organización Gregoria Apaza, que nos facilitó más información. Sólo este año hubo 10 casos de mujeres detenidas por denuncias de sus médicos. Aquello nos indignó, así que reunimos varias historias en mi medio. Una de ella es la de Magda, que pudo morir por falta de atención de una médica que adujo cláusula de conciencia para practicar un aborto, cuando su vida corría peligro al haber desarrollado un tumor y era un supuesto legal.

 

Precisamente ha ganado el premio con use reportaje.

 

Si, efectivamente. Aquel caso sirvió para poner este problema en evidencia, pero son miles de mujeres las que mueren, y no tenemos datos. Las cifras oficiales hablan de 500 muertes, que es ya una barbaridad en un país con nuestra población. Hoy el aborto es la tercera causa de muerte materna en Bolivia.

 

¿Qué ha significado el premio al reportaje Sin Riesgo?

 

La oportunidad de venir a España y conocer otros medios y colegas, de adentrarme en cómo se articula todo el movimiento feminista y la oportunidad de aprender. En definitiva, la reafirmación de que debo seguir contando historias porque detrás de esos números hay personas.

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