Maricel Saldoval, activista afrocolombiana acogida en España

Maricel Sandoval Solarte tiene 29 años y lleva 15 peleando por los derechos de su gente en el Cauca colombiano. Desde la adolescencia esta mujer negra, joven pero de grandes convicciones, y por ello activista amenazada, no ha dejado de luchar. Ahora, ha pasado tres meses en Madrid dentro del programa de Acogida Temporal de Personas Defensoras de los Derechos Humanos puesto en marcha por el Ayuntamiento de Madrid y Mundobat, en el que colabora Alianza por la Solidaridad. Actualmente, Maricel coordina el Palenque de Derechos Humanos Integridad Étnica y Cultural de la Asociación de Consejos Comunitarios del Norte del Cauca  (ACONC), territorio donde los acuerdos de paz de 2016 no han puesto fin a la violencia. En 2018, 110 asesinatos de líderes y lideresas colombianos, el 27% afrocolombianos como ella, dan idea de una situación que la obligó a salir del municipio de Buenos Aires. Ahora, tras recibir apoyo y formación en España, volverá a esos cerros, esa agua, esa tierra para seguir representando a las 42 comunidades que conforman la ACONC.

 

¿Cómo es que tan joven ya se vio inmersa en el activismo social?

Soy de una zona donde la formación desde la guardería se hacía en centros comunitarios, las Casitas de Niños, así que desde ahí, y también gracias a mi familia,  ya pusieron las bases de lo que soy. En 2006, con 17, entré en la Junta de Acción Vecinal. Siempre he tenido claro que como pueblo étnico necesitamos tierras comunitarias para nuestras prácticas de producción agrícola, tal como reconoce la Ley 70 de 1993.

 

Veinticinco años después de esa ley que reconocía sus derechos y tras la paz ¿Cuál es la situación real?

Nuestras tierras son ocupadas por grandes empresarios de la caña de azúcar, la minería ilegal, por ‘narcos’ cultivadores de coca y por grandes hidroeléctricas, como La Salvajina, construida en 1985 sobre el río Cauca. Es un despojo fraguado por el conflicto porque los grupos armados desplazaron a la población y favorecieron la llegada de estas compañías. Y son inversiones que se hacen sin consulta previa ni a los afrocolombianos ni a los indígenas. Nos dicen que no existimos, cuando en 2005 hubo un censo que confirmó que somos 195.000 ‘afros’. Es una burla. Encima, dicen que nos oponemos al desarrollo, cuando no es verdad. Queremos desarrollo, pero no a costa nuestra.

 

¿Cuáles son ahora los principales frentes abiertos en las comunidades de ACONC?

Son varios, pero articulados dentro del mismo sistema económico, basado en el extractivismo. Por un lado está la minería de oro y carbón, pero por otro los cultivos de caña de azúcar y, como mencionaba, las hidroeléctricas. No generan riqueza en la zona. Por ejemplo, hace más de 30 años que se construyó hidroeléctrica La Salvajina en Suárez y hoy no tienen la ambulancia fluvial que se comprometieron entonces a facilitar.

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¿Qué se puede hacer para revertir estas situaciones de expolio?

En mi asociación tenemos un Plan del Buen Vivir. Comenzó a diseñarse en 2015, con 11 claros ejes de trabajo, en el marco de la ley que mencionaba. Defendemos el fortalecimiento de un gobierno propio comunitario, la protección de los derechos humanos y hacemos especial hincapié en el papel de las mujeres en la defensa de los ríos, de los bosques y, sobre todo, del agua. Así no podemos seguir. El Cauca es uno de nuestros mayores ríos y está tan contaminado que los pescadores se han arruinado. Nadie quiere comprar peces con cianuro. Y sin alternativas, la gente se va a trabajar a la coca. Los pequeños ingenios de panela, que es lo que tenían las comunidades, son sustuidos ahora por grandes ingenios de azúcar con los que no podemos competir. Mi madre tuvo que dejar de vender naranjas porque no se las compraban. Por ello reclamamos el apoyo a los pequeños agricultores, que se controle a las mineras como la canadiense AngloGold Ashanti o que se hagan consultas con nuevos proyectos, como hidroeléctricas.

 

¿Ha tenido amenazas por su activismo?

Todas las personas de la directiva de ACONC y la que trabajan por la reforma agraria propuesta en los Acuerdos de Paz hemos sido amenazadas. No hemos podido ir a los territorios. En mi caso, era objetivo por ser el enlace étnico de la asociación. Por ello Alianza por la Solidaridad me presentó a este programa de acogida, que me permite visibilizar la situación.

 

Todo indica que hay ahora más violencia contra los líderes y lideresas que antes de la paz…

Es verdad que con los Acuerdos han disminuido los enfrentamientos entre grupos armados, el ejército y las FARC, pero que también han aumentado los asesinatos de personas que ejercen el liderazgo social. Desde 2016 hasta hoy ha habido 465 crímenes de este tipo. Sólo en 2018 hubo 110 y el 27% eran afrocolombianos o indígenas, la mayoría en el Cauca. También han aumentado los crímenes de lideresas. Este año ya llevamos cuatro de 29 personas muertas.

 

¿No tiene miedo?

Bueno, se que es importante no abandonar. Tengo el ejemplo de mis ancestros que no abandonaron nunca sus luchas por la tierra. No es algo para mí, es algo para mis vecinos, para mi sobrinos. No voy a dejarlo.

 

¿Qué podemos hacer desde el otro lado del mundo?

Mucho. Toda persona puede ayudar con acciones cotidianas, como comprar. Hay que favorecer el consumo responsable, preguntarse de dónde viene las cosas. ¿Estarán manchadas de sangre? La sociedad civil puede presionar a los productores para cambiar sus negocios, influir para que mejoren sus prácticas. Y también es importante estar conectados, aparcar la indiferencia porque la violencia que genera el desarrollo aquí, en Europa, se traslada a países como el mío, Colombia. Y allí vivimos gentes que cuidados de los recursos para todos, no sólo para nosotros.

 

¿Qué se lleva de su paso por España?

Mucho. No sólo conocer la realidad de esta parte del mundo, sino también he mejorado mis fortalezas de cara a mi organización. Y ha servido para enviar un mensaje al Gobierno de Iván Duque de que somos gentes de diálogo, no adversarios que venimos a dar mala imagen de Colombia, además de destacar que es necesaria más protección a líderes y lideresas. No queremos que los seis años de negociaciones de la paz acaben tirados por la borda y querría dejar el mensaje de que los países de la UE tienen una tarea grande.

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