Maryia, en busca de un cielo tranquilo
Tener el cielo en calma es el mayor deseo de Maryia. Después de haber pasado tanto tiempo bajo las bombas, ahora, que ya está a salvo, quiere que solo caiga lluvia y nieve sobre sus cabezas.
Shock emocional
Maryia, su hija Natalia y su marido pasaron doce días en un sótano. Recuerda el miedo, pero no es capaz de describir lo vivido, encontrar palabras para el horror. El shock emocional para todas las personas que están viviendo la guerra en primera persona es tremendo, y la necesidad de recibir apoyo psicológico es urgente.
Lo cierto es que la ciudad de la que procede, Chernígov, es una de las más afectadas por la guerra. Allí, se ha denunciado un ataque a civiles que esperaban en cola para comprar pan y son muchas las imágenes de zonas residenciales devastadas. Desde allí, cuentan que el agua potable está a punto de agotarse.
“Es como si quisieran borrarnos del mapa”, cuenta Maryia. “Muchas clínicas, guarderías, escuelas y casas están destruidas. No sé si nuestro edificio sigue en pie”.
La mujer, de 35 años, tampoco sabe cómo está su marido, que tuvo que quedarse en Ucrania, y se pregunta si volverá a verlo.
Viaje bajo las bombas
Fue dura la decisión de separarse y emprender la huida de la ciudad al norte de Kiev sin corredor humanitario, es decir, un pasillo establecido con la finalidad de facilitar la circulación, libre de ataques armados, de los convoyes humanitarios, así como de las víctimas y del personal humanitario.
A Maryia y a su hija Natalia les tocó aventurarse bajo las bombas y recorrer durante tres días el trayecto que les separaba de la frontera. Durante todo este tiempo, no ha podido hablar con sus padres. Ellos “no saben que hemos logrado llegar a Polonia”.
Amigos y vecinos refugiados
Ahora descansan junto a otros amigos y vecinos que se han convertido también en refugiados. “Nos damos apoyo unos a otros, es muy duro”, explica. Tratan de acostumbrarse a la nueva situación y pensar qué vendrá después.
Su prioridad es un cielo tranquilo, un lugar seguro y encontrar la manera de ganarse la vida. “Necesito ponerme a trabajar”, dice Maryia, que no ha decidido aún cuál va a ser su destino.
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