Tres de cada diez mujeres de la provincia boliviana de Quillacollo han sufrido una violación
Cuatro de cada diez mujeres adultas de la provincia de Quillacollo, ubicada en el valle boliviano (centro del país), ha sido víctima de una violación, de acuerdo al estudio Impacto de la Violencia Sexual en la vida de las Mujeres en la Provincia Quillacollo, del departamento de Cochabamba, realizado por Alianza por la Solidaridad entre noviembre de 2015 y enero de 2016.
La provincia, conformada por cinco municipios –Quillacollo, Tiquipaya, Sipe Sipe, Colcapirhua y Vinto–, cuenta con una población de 335.393 habitantes (Censo 2012) y tiene, en la actualidad, las cifras más altas de violencia contra las mujeres en Bolivia. El estudio permitió identificar además, que cuatro de cada diez mujeres sufrió algún tipo de violencia sexual en su vida, como violación, acoso sexual, insinuaciones, fecundación forzada, entre algunas de las formas de este tipo de violencia.
La investigación fue realizada con mujeres entre 18 y 60 años, víctimas de violencia sexual, trabajadoras sexuales comerciales, servidores y servidoras públicas como la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia, los Servicios Legales Integrales Municipales, operadores de Justicia instituciones, organizaciones sociales y organizaciones indígenas.
En el proceso se llegaron a recoger historias de vida de mujeres que han sufrido estas violencias. Como la historia de Esther, una mujer adulta violada por los amigos de su hijo; Juana, la líder en su organización que por salir tarde de una reunión fue abusada y luego culpada por la sociedad, o Rosa, la mujer que hoy se encuentra en la cárcel culpable por la muerte de su agresor. Todas, historias que hacen visibles las diversas formas en las que la violencia sexual está afectando la vida de las mujeres en Bolivia.
El silencio de las mujeres adultas
Historias como las de Esther, una mujer de 60 años de edad que fue violada por los amigos de su hijo en estado de ebriedad, muestran que existe una gran cantidad de mujeres adultas que sufren de violaciones y que guardan silencio por vergüenza, miedo y por los prejuicios que la sociedad tiene frente a las mujeres adultas.
En su relato, Esther recuerda:
“Nunca presenté la denuncia por falta de dinero, por miedo, por dolor y desde ese día no volví a ver a mi hijo, pero sí recuerdo algo, que nunca se me olvidará de la mente. Uno de los chicos que me violó dijo: ‘de qué lloras si eres vieja, agradece el favor que te hacemos, quién te va creer que te violamos, estás vieja y no sirves’”.
El estudio asegura que un 49.5% de mujeres víctimas de algún tipo de violencia sexual tienen entre 31 y 60 años de edad, y un 38.3% de las víctimas tienen entre 18 y 30 años. En cuanto a la violación, un 34.7% de víctimas tienen entre 31 y 60 años de edad y un 21,9% de las tiene entre 18 y 30 años.
Agresores cerca de casa
El estudio además evidencia que la mayor cantidad de mujeres víctimas de violencia sexual son mujeres que están separadas de sus parejas o divorciadas, siendo las agresiones sufridas uno de los motivos para la separación. Este dato se cruza con el hecho de que cuatro de cada diez víctimas de una violación tienen como agresor a su esposo, familiar o algún conocido.
Algunas de las conclusiones a las que llega la investigación son la aceptación que existe de la violencia en el ámbito familiar, la persistencia de creencias, prácticas y actitudes machistas, la falta de conocimiento de la norma por parte de las víctimas y la falta de recursos económicos que obstaculizan el acceso de las víctimas a la justicia, entre otros.
Usos y costumbres que naturalizan la violencia sexual
Elementos culturales machistas están haciendo impunes los delitos de violencia sexual de las que son víctimas las mujeres en la provincia de Quillacollo. La investigación lo demuestra al comprobar que el 40 % de las mujeres entrevistadas indican que la violencia sexual no es considerada como un tema para las autoridades, sino que se trata de conflictos privados que deben apuntar a la reconciliación o al castigo con chicote (cable usado a modo de látigo) al agresor, que es una sanción común que dan ciertas autoridades indígenas originarias, frente a algunas faltas y en algunos casos una sanción económica.
Por otro lado, una de las prácticas aún frecuentes en el área rural, llamada “rapto”, es mencionada por muchas de las mujeres entrevistadas por la frecuente relación que tiene la misma con las violaciones en las comunidades. El 60 % de mujeres entrevistadas mencionaron que no existen violaciones en sus comunidades, sino que existe una errónea interpretación y confusión con la tradición del “rapto de la mujer”, que consiste en que el hombre interesado en una mujer, generalmente joven, la encierra en su cuarto o casa por unos días, dejándola incomunicada, de manera que expresa su interés en formar una familia con ella, luego la lleva ante su familia y la convierte en su esposa y madre de sus hijos.
La violencia sexual en Bolivia no forma parte de los debates mediáticos y propuestas políticas, por lo menos no con la profundidad que el tema exige. Las cifras oficiales se contradicen, ya que de acuerdo al estudio, las denuncias realizadas solo llegan a representar un 20% de los casos que suceden en la provincia de Quillacollo. Las sanciones son muy pocas y los planteamientos para su prevención son casi inexistentes, por lo que, frente a este panorama, Alianza por la Solidaridad realizó la investigación.
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