¡Las mujeres son la leche!
En el año 2007 una ONG senegalesa de Kolda, una ciudad del sur de este país, emprendió un proyecto para apoyar al sector lechero local. ¿El objetivo? Aumentar la producción para asegurar la seguridad alimentaria. Todo parecía ir sobre ruedas hasta que se dieron cuenta de que la leche que los hombres vendían ya no era aceptada por las unidades de transformación debido a que su calidad había disminuido. ¿Cómo podía ser esto posible? ¿Qué estaba ocurriendo? Los hombres volvían decepcionados a casa y entregaban la leche a las mujeres. Ellas la utilizaban no solo para alimentar a la familia sino también para venderla transformada por ellas mismas y ganar un poco de dinero que invertían de nuevo en el hogar.
Una investigación llevada a cabo por la ONG destapó lo que estaba ocurriendo. Eran las mujeres. Entre todas llegaron a un acuerdo, la calidad de la leche debía disminuir si querían ver algo del dinero que se obtenía de esa actividad. Era la estrategia perfecta. De este modo los hombres no podían vender la leche y, sin ser conscientes de lo que ocurría, daban el producto a las mujeres, tal y como estaba planeado. Pero, ¿por qué tomaron esta decisión? Según explica Fatoumata Bintou Correa, responsable de género de la organización FODDE, que junto a dos socias llevó a cabo este proyecto, se trataba de “[…] una resistencia de las mujeres. Ellas no veían los beneficios de la explotación lechera. Los hombres les decían, ‘he tenido que arreglar la bicicleta’, ‘lo he utilizado para ir a ver a mi primo’… Pero una mujer todo lo que obtiene lo invierte en el hogar y en la familia”.
En los años 90 la cooperación comenzó a realizar grandes inversiones en la transformación lechera, una actividad a la que tradicionalmente se habían dedicado las mujeres. “Los hombres se encargaban de las vacas y los establos, las mujeres de la transformación de la leche y de la venta. Esto permitía a las mujeres poder solucionar los pequeños problemas”, cuenta Fatoumata. Sin embargo, después de que se empezara a financiar la transformación lechera y esta actividad permitiera obtener más beneficios “los hombres se interesaron en esta producción y las mujeres comenzaron a perder el control en este trabajo que por tradición era para las mujeres”, explica Bintou Correa.
Es una lección aprendida. Esta experiencia sirvió a FODDE, la ONG situada en Kolda (Senegal) que colabora con Alianza por la Solidaridad, para comprender que a la hora de realizar un proyecto es necesario tener en cuenta la opinión de todas las personas implicadas y especialmente las mujeres. De este modo, como explica Fatoumata, “el programa ha decidido llevar a cabo una discriminación positiva. Queremos cambiar la situación y es por eso que hemos decidido que la gestión de las unidades de transformación lechera sea confiada a las mujeres”.
Mejorando la producción de leche de manera sostenible durante todo el año
Las vacas de Seith Mbaye no producían leche entre el mes de abril y agosto. Incluso los meses de lluvias (junio, julio y agosto), cuando el sur de Senegal se cubre de verde y las vacas pueden alimentarse bien, no se ve ni gota. “Están débiles por no haber tenido comida todos los meses anteriores. Cuando llega la época de lluvias es cuando se recuperan. Y sólo después es cuando producen algo de leche”, explica Seith Mbaye. Las mejoras realizadas en los establos, así como la mejora de la alimentación de los rumiantes, han permitido que de no tener nada de leche, las vacas de Seith Mbaye produzcan entre 3 y 4 litros de leche al día por vaca de manera continua. “Ahora podemos autoabastecernos y además vender una parte de la leche”, afirma. Seith Mbaye es el presidente de producción de leche de la zona de Hamdallaye Samba Mbaye (Senegal). Explica que cuando conoció la iniciativa fue él mismo quien se presentó como candidato para que sus establos formaran parte del proyecto. “Me di cuenta de que la estabulación y las nuevas técnicas eran ventajas. Fíjate en las vacas, sólo hay que mirarlas”, explica Seith Mbaye con una sonrisa señalando a las vacas de uno de los establos.
A poco más de 15 kilómetros de los establos de Seith Mbaye se sitúa una de las unidades de transformación de leche. Aún no está terminada pero ya tiene nombre, “Samba Gnonko”, en honor al ganadero que más leche y más vacas tenía en la zona de Pata (Senegal) según cuenta la presidenta de esta unidad de transformación, Oumou Diallo. “En la sociedad la mujer es más vulnerable que los hombres pero es ella la que lleva la casa, la que dedica al hogar todo lo que gana. Es el momento de responsabilizar a la mujer para hacer visible el rol fundamental que desempeña la mujer”, asegura Diallo. Para ella, el hecho de que las mujeres vayan a gestionar las unidades de transformación “va a permitir valorizarnos. Lo que los hombres hacen se reconoce, pero no el trabajo de las mujeres. Esta va a ser una ocasión para que se valore el esfuerzo de las mujeres y para contribuir a la mejora del bienestar de la familia”. Serán dos las unidades de transformación, una en Pata, zona fronteriza entre el sur de Senegal y Gambia y otra en Nianao, en la frontera entre Senegal y Guinea Bissau, debido a que este proyecto se lleva a cabo dentro de un programa transfronterizo que lleva a cabo Alianza por la Solidaridad en estos tres países. Allí se obtendrán leche fresca pasteurizada, cuajada dulce, queso, mantequilla y yogurt natural o “afrutado” con los diferentes zumos locales.
Las unidades de transformación se sitúan a 15 kilómetros de los establos porque el transporte de la leche debe realizarse lo más rápido posible para que no se deteriore. “Hay que evitar que la leche se cuaje antes de la pasteurización para que el proceso sea de calidad y la leche se mantenga en unas condiciones de higiene óptimas” explica Aladji Diack, técnico de seguridad alimentaria de Alianza por la Solidaridad. Hay establos que sin embargo se encuentran más lejos. Para resolverlo, se han decidido crear cuatro centros de colecta, dos en la frontera sur y dos en la frontera norte, equipados con lo necesario para la buena conservación del producto, donde los establos más lejanos podrán vender la leche. Pero esta telaraña no puede funcionar sin unos hilos que la unan. El transporte desde los establos a los centros de colecta o bien directamente a las unidades de transformación es esencial para que esta cadena funcione. Es por ello que el proyecto cuenta con dos triciclos que, equipados con cisternas para el buen mantenimiento de la calidad de la leche, asegurarán su llegada a las unidades de transformación.
“Lo que queremos es que los establos dependan de la unidad de transformación, que exista una relación de dependencia”, cuenta Diack. Su estrategia es conseguir que en las unidades de transformación haya un stock de medicamentos, para tratar a los animales, y de alimento concentrado, que contiene muchos nutrientes que mejoran la comida de estos rumiantes. “Son productos que no son fáciles de conseguir pero si la unidad de transformación los tiene acudirán a ella. Las mujeres de la unidad de transformación cambiarán estos productos por la leche y así tendrán asegurada una parte de su recepción para transformarla y venderla”, explica Diack.
Las mujeres son la pieza clave de la seguridad alimentaria
Sin embargo, hay un cierto miedo entre algunas de las mujeres: el no poder gestionar las unidades de transformación. “Algunas piensan que ellas no son capaces de hacerlo sin los hombres así que hay que hacer un esfuerzo con ellas pero también con ellos, porque hay hombres que también piensan que no es posible que las gestionen ellas solas”, cuenta la responsable de género de la organización FODDE. Existe un plan de reforzamiento de las capacidades de las mujeres para que conozcan cómo trabajar en las unidades de transformación pero es la sensibilización lo que se convierte en algo fundamental. Y son los animadores, como Ousmane Mballo, quienes realizan esta función. “Les explicamos que es una actividad de la que antes se ocupaba la mujer, que las mujeres trabajan más que los hombres y que su trabajo no está valorizado, buscamos que las mujeres tomen conciencia de esta realidad. Pero si fuerzas a la mujer se va a quedar sola y va a ser rechazada por la sociedad. También hay que trabajar con los hombres porque hay quienes creen que van a perder el poder sobre las mujeres en la casa y tenemos que explicarles que es sólo en el ámbito del trabajo, que todo va a seguir igual en el hogar. Poco a poco están comenzando a comprender y a apoyarlas”, explica Ousmane Mballo.
Con todo esto se pretende conseguir seguridad alimentaria debido a que “la leche es un alimento que completa la alimentación básica”, explica Ndèye Aïssatou Diop, responsable de Seguridad Alimentaria de FODDE. Según señala Diack, en Senegal se consumen 27 litros por persona al año, en comparación a la media de 120 litros en los países de la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos). La cantidad de leche recomendada por el Instituto Nacional de la Salud y la investigación médica de París es de 90 litros por persona al año, una cifra que dista mucho de la leche consumida por los senegaleses. “No hay suficiente cantidad porque no se obtiene leche más que tres meses al año así que es necesario desarrollar nuestros recursos para poder acceder a la leche todo el año. La región de Kolda (el sur de Senegal) tiene muchas oportunidades”, explica Ndèye Aïssatou Diop. Y en eso consiste: un proyecto de seguridad alimentaria liderado por las mujeres; como señala Aïssatou Diop “La alimentación es la mujer. Ella siempre encontrará algo para comer”.
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