El incierto viaje a Europa de Sylvie desde Costa de Marfil

Desde que llegó al barrio de Boukhalef, a las afueras de Tánger, vive Sylvie tras un largo viaje que empezó cuando dejó su hogar, en Costa de Marfil, teniendo tan solo 15 años. Ahora, en Marruecos, es una más entre las tantas menores que no figura para el Estado marroquí y que en Alianza por la Solidaridad trabajamos para promover un sistema que proteja sus derechos.

Nada más entrar en la casa donde habita ahora, sorprende que pueda vivir tanta gente. Un apartamento compartido por 20 personas, todas inmigrantes africanas. Los hombres, en el salón. Las mujeres y los niños, en una habitación que es un revoltijo de ropas. Sylvie comparte su diminuto espacio con una madre y su bebé de seis meses.

No oculta que fue ella quien decidió abandonar ese mundo en el que vivía, engañada por alguien que la embarcó en un viaje de 5.500 kilómetros, con destino a Europa, para conseguir “el dorado” con el que mantener a su familia.

Al llegar a Fez, aquel individuo que la había encandilado se convirtió en otra persona muy distinta. De la noche a la mañana, la obligó a prostituirse y la encerró en una casa a la que el individuo se encargaba de llevar los clientes. No sabe decir cuánto tiempo duró aquella tortura, pero tiene bien grabados los tres abortos clandestinos, sin ningún control médico, que le practicaron. Su proxeneta, un buen día, la abandonó, y Sylvie no tuvo más remedio que seguir prostituyéndose para poder comer.

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Sylvie, en su espera en Marruecos para poder saltar a España | Helena Maleno

Fue así como encontró un “marido del camino”, una pareja a la que se ha unido únicamente para sentirse protegida y que le propuso viajar hasta Tánger y, desde allí, intentar el salto a Europa en una de esas balsas de plástico que ve como una oportunidad de futuro, no de muerte. Así, hasta que llegue el aviso del día propicio, la joven pasa el día en la casa, durmiendo, ayudando en las tareas de la casa o con el bebé.

La próxima salida a Europa no será la primera. Ya en una ocasión intentó subirse a una zodiac, pero las fuerzas de seguridad marroquíes la encontraron en el bosque cercano al punto de salida y le dieron una paliza. Después de aquello la encerraron detenida en una comisaría de Tetuán, donde no recibió atención médica, ni de abogados, ni siquiera se le acercó un traductor. “La sociedad marroquí no nos quiere. Me llaman ‘negra’ o ‘camarada’ en tono despectivo. En este barrio ha he visto varias agresiones contra otros inmigrantes como yo”, asegura.

Su caso es uno más de los que en Alianza por la Solidaridad documentamos y trabajamos para evitar, gracias a nuestros programas en Marruecos. Aunque se han producido avances en el país en materia de protección a la infancia, aún queda el desafío de integrar a la infancia migrante en el sistema de protección, y la ONG española trabajamos en ello.

Artículo originalmente publicado en El País

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