¿Alguien sabe qué pasó con Haití?
El pasado sábado 12 de enero de 2013 fue el tercer aniversario del terremoto que provocó más de 220.000 muertos, 300.000 heridos y 1,6 millones de desplazados internos en un país con una población de 10 millones de habitantes. Entonces Haití fue foco de atención en los principales medios de comunicación, miles de millones de euros se comprometieron para llevar a cabo la reconstrucción del país, personalidades políticas de gran calado así como gran parte de la ciudadanía se implicaron con el destino de la ex colonia francesa. Y bien, ¿qué pasó luego?
Más desastres: Isaac y Sandy
Una historia propia compleja y unos problemas globales
Haití es el país más pobre del hemisferio occidental por motivos que se arrastran desde hace tiempo. La deforestación, el desempleo, la corrupción, la falta de infraestructuras, la violencia contra las mujeres y la inestabilidad política están entre las causas principales, colocando a Haití en el año 2011 entre los Estados más débiles del mundo (posición 158 de un total de 187 países) . Casi el 80% de su población, mayoritariamente rural, vive bajo el umbral de la pobreza. La degradación ambiental, la deforestación y la baja calidad de las tierras repercuten en una escasa producción agrícola, que no cubre las necesidades alimentarias y energéticas de la población.
Pero no podemos quedarnos tan solo en las problemáticas locales puesto que en ese caso estaríamos dejando de lado cuestiones de gran calado que afectan gravemente no solo a Haití sino a muchas zonas del globo. Por ejemplo en África, en la región del Sahel, el pasado año se han reportado 18,7 millones de personas afectadas por la inseguridad alimentaria.
Existe en esto una responsabilidad directa de la comunidad internacional. La inseguridad alimentaria en un país empobrecido está íntimamente ligada a las decisiones de comercio internacional, así como la recurrente irrupción de desastres naturales vinculados al cambio climático generado por el exceso de emisiones que se producen en los países industrializados.
La necesidad de una ciudadanía global implicada y organizada
Ante esta problemática compleja podemos preguntarnos si la ciudadanía de los países enriquecidos tiene algo que decir al respecto. Decía Paulo Freire que “en el conflicto entre el poderoso y el desposeído el no intervenir no significa ser neutral, sino ponerse del lado del poderoso”. Obviar las causas estructurales del empobrecimiento desvirtúa nuestro apoyo financiero cuando surge una crisis humanitaria, puesto que podemos afirmar que hoy en día se cuentan con medios suficientes para evitar que surjan las actuales y recurrentes situaciones de emergencia humanitaria.
Existen grandes movimientos sociales que actúan desde lo local con una visión global con la convicción de que existen alternativas viables. Frente a la especulación sobre los precios y el acaparamiento de alimentos fomentados por las empresas transnacionales de la alimentación y los fondos de inversión, movimientos como Vía Campesina defienden que el sistema agroecológico de producción de alimentos a pequeña escala es el que da la mejor respuesta a las demandas del presente y del futuro . Además este sistema cuenta con mayor capacidad de adaptación y resiliencia al cambio climático, incluyendo sequías, huracanes, cambios de temperatura y modificaciones de fechas de siembra. De esta forma en países como Haití, la apuesta por el fortalecimiento de los sistemas de producción agrícola y ganadera familiares junto a la aplicación de enfoques medioambientales sostenibles, son cruciales para evitar situaciones de inseguridad alimentaria. En esta línea ONG españolas como Solidaridad Internacional llevan años impulsando, junto a organizaciones locales, la apuesta por una producción sostenible campesina y familiar, al tiempo que se trabaja por la reducción del riesgo de desastres y las mitigación de su impacto cuando ya han sucedido.
Hay alternativas y están en nuestras manos
Hoy en día es posible prevenir, corregir y revertir prácticas que favorecen una mayor vulnerabilidad de las poblaciones más empobrecidas, puesto que detrás de los desastres naturales también se identifican fallos humanos. Si los actuales líderes políticos de los países enriquecidos, más preocupados ahora por las repercusiones de la actual crisis económica, no acometen estas responsabilidades de forma efectiva, deberá ser la ciudadanía la que impulse estos procesos de cambios estructurales. Si los principales medios han desplazado la situación en Haití de la cabecera de sus noticias, existen otras vías para la sociedad civil de informarse y contrastar, de establecer prioridades, proponer y exigir a quienes toman las decisiones que aporten soluciones a los problemas globales.
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