Las ONG también somos el 99%
Vivimos tiempos interesantes en las ONG de Desarrollo. Tiempos en los que nos preguntamos, al más puro estilo Siniestro Total. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? Tiempos en los que, sobre todo, por fin empezamos a darnos cuenta de que no estamos solas en la galaxia de la lucha contra la pobreza y el trabajo por los Derechos (así, con mayúscula).
Con más o menos decisión, antes o después, organizaciones que llevamos años apoyando a organizaciones sociales de otros continentes para exigir el ejercicio de sus derecho a la educación, a la salud, a una vivienda digna, etc., nos incorporamos a los movimientos que combaten los retrocesos brutales en esos mismos derechos que padecemos hoy aquí.
Es lo lógico. Como titulamos en el posicionamiento que esta misma semana hacemos público desde Solidaridad Internacional, Ipade y Habitáfrica «la lucha por los derechos ha de ser global o no será». En este tema, como en tantos otros, hay que abrir el foco, ver y entender lo que ha pasado y lo que está pasando en el resto del mundo para darnos cuenta de que aquí y ahora se trata de unir fuerzas para defender globalmente Derechos amenazados por los intereses de una élite económica, que ya actúa globalmente.
En Bolivia la sociedad civil lleva años exigiendo la tipificación penal del feminicidio, que por finestá en trámite en su Parlamento nacional. En el año 2000 la población de Cochabamba se opuso a la privatización del agua y logró el reconocimiento de sus demandas. En Egipto, dos años después de la caída de Mubarak, una parte de la población sigue exigiendo cambios que garanticen una transición a la Democracia más participada.
Aprender de las luchas de otros continentes y otros momentos nos ayudará a no repetir errores del pasado. Y lo que es más importante, conocer sus éxitos nos dará estímulo para seguir en la lucha y crear lazos de solidaridad entre movimientos. Las particularidades nacionales son importantes y hay que tenerlas en cuenta, pero aplicar únicamente un prisma doméstico para mirar los acontecimientos sería un error.
Por eso hoy las ONG tenemos que estar en la calle, con la calle. No es nuevo, pero ésa ha de ser parte de nuestra reflexión, del replanteamiento de nuestro rol en el que estamos inmersas. Hemos estado demasiado tiempo centradas únicamente en la formulación, ejecución y justificación de proyectos. Y lo pongo en cursiva porque ese trabajo ha tenido resultados concretos en las vidas de millones de personas y en su participación en los asuntos colectivos. Posiblemente el primer acercamiento a lo político de muchas de las mujeres que participaron en la Guerra del Agua boliviana se produjo en el marco de un proyecto de desarrollo.
Pero a las ONG, en cierto modo, nos ocurrió lo mismo que a una gran parte de la población que ahora despierta, y durante un tiempo nos convertimos es una especie de clase media acomodada. Hoy, al despertar en la cruda realidad, nos percatamos de que seguimos siendoclase trabajadora. Que seguimos siendo l@s de abajo, el 99%, y que desde ahí tenemos que seguir luchando.
Como nos recordaban hace poco, «ha llegado la hora de que las ONG sean ardillas y no dinosaurios«. Si la eclosión del 15M y todos los movimientos posteriores nos pilló «en clamoroso fuera de juego», no es tarde para reaccionar.
Porque más allá de nuestro ensimismamiento, las ONG somos personas. Personas tan convencidas de que este sistema necesita transformarse para ser más justo, más equitativo y más sostenible, que dedican a ello su tiempo, su trabajo, en ocasiones su dinero, y siempre, su energía. Las ONG no somos movimientos, pero esas personas que nos conforman sí forman parte de ellos.
Por eso, este sábado #23F, tenemos una oportunidad de estar en la calle, a donde siempre hemos pertenecido, y de sumarnos a la Marea Ciudadana que inundará nuestro país y muchos otros exigiendo justicia, derechos y democracia. Temas en los que las ONG tenemos algo, mucho, que decir. Allí nos vemos.
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