A lo largo de la historia, migrar ha sido sinónimo de valentía y determinación. Sin embargo, el viaje no es fácil: barreras, violencia, discriminación y violaciones de los derechos humanos. Las mujeres migrantes, por el hecho de serlo, deben hacer frente a discriminaciones e injusticias específicas, tanto en sus países de origen, como en el trayecto migratorio y tras su llegada a España. Sin embargo, y pese a las dramáticas situaciones que saben que deberán enfrentar, muchas de estas mujeres deciden realizar el viaje.
Las personas migrantes, y especialmente las mujeres, son extremadamente vulnerables. Lo vemos cada día en los naufragios de las pateras, en la violencia en las fronteras, en las graves heridas que se producen contra las concertinas, en las deportaciones “en caliente” , en las separaciones familiares forzosas, en las denegaciones sistemáticas de peticiones de refugio y asilo…
Pero, si consiguen llegar a su destino, la carrera de obstáculos continúa. De nuevo las barreras sociales, legales, burocráticas, … son interminables. El profundo malestar psicológico que genera esta situación deteriora gravemente su salud física y mental, perpetuando unos ciclos perversos de exclusión y marginalización social.