¿Alguien sabe qué pasó con Haití?

El pasado sábado 12 de enero de 2013 fue el tercer aniversario del terremoto que provocó más de 220.000 muertos, 300.000 heridos y 1,6 millones de desplazados internos  en un país con una población de 10 millones de habitantes. Entonces Haití fue foco de atención en los principales medios de comunicación, miles de millones de euros se comprometieron para llevar a cabo la reconstrucción del país, personalidades políticas de gran calado así como gran parte de la ciudadanía se implicaron con el destino de la ex colonia francesa. Y bien, ¿qué pasó luego?

Un padre de dos niños en un campo de refugiados presenta una situación difícil de comprender. “No contamos con letrinas, el espacio es reducido y las tiendas ya están rotas”. Se refiere a las 358.000 personas que como él todavía permanecen en los campos de refugiados de Haití .  Hacen frente a un empeoramiento de sus condiciones de vida en los campamentos que se crearon a raíz del terremoto. Pobres condiciones sanitarias, hacinamiento e inseguridad se dan junto a la reducción de fondos internacionales y de organizaciones humanitarias.
“Vivimos en condiciones difíciles, sin acceso a agua limpia ni a jabón” afirma otra persona que vive en un campo de refugiados desde hace casi tres años. “Sabemos del riesgo de infección de cólera pero no tenemos forma de protegernos de la enfermedad”. El cólera, la otra catástrofe que golpeó a Haitíen 2010 es una enfermedad fácilmente tratable, pero se necesita de centros de tratamiento especializados accesibles. En caso contrario la enfermedad puede llevar a la muerte en pocas horas. Desde octubre de 2010 han sido infectadas alrededor de 600.000 personas en Haití y por este motivo más de 7.500 han perdido la vida.

Más desastres: Isaac y Sandy

La tormenta tropical Isaac y el huracán Sandy, más conocido por su paso por los EEUU, elevaron a 244 el número de casos diarios de cólera en el mes de noviembre, cuando la media en 2011 fue de 200. La Coordinadora de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA) estima que para 2013 la epidemia puede llegar a afectar a 118.000 personas, destacando a su vez que la reducción de fondos para Haití a lo largo del pasado año limitó la capacidad de los actores humanitarios a responder a este rebrote de la enfermedad.
Por otro lado la inseguridad alimentaria alcanza ya a 2.100.000 personas, entre las que medio millón necesitan de inmediata atención. De las necesidades de fondos para cubrir esta situación de emergencia, la OCHA contabilizó el pasado 25 de diciembre que tan solo se ha logrado el 42%. Resulta relevante preguntarnos por qué nos encontramos con esta situación tres años después; tras una implicación tan espectacular de la comunidad internacional tras el terremoto. Un compromiso internacional materializado en la  Conferencia Internacional de Donantes celebrada en Nueva York en marzo de 2010, donde España se comprometió con 346 millones para el periodo 2010-2013. Según AECID se ha desembolsado aproximadamente el 66%; sin embargo no ha especificado cómo hará para cumplir con el resto teniendo en cuenta el recorte de fondos de cooperación al desarrollo y especialmente el recorte de la Ayuda Humanitaria cifrado en un 90% desde el año 2010.

Una historia propia compleja y unos problemas globales

Haití es el país más pobre del hemisferio occidental por motivos que se arrastran desde hace tiempo. La deforestación, el desempleo, la corrupción, la falta de infraestructuras, la violencia contra las mujeres y la inestabilidad política están entre las causas principales, colocando a Haití en el año 2011 entre los Estados más débiles del mundo (posición 158 de un total de 187 países) . Casi el 80% de su población, mayoritariamente rural, vive bajo el umbral de la pobreza. La degradación ambiental, la deforestación y la baja calidad de las tierras repercuten en una escasa producción agrícola, que no cubre las necesidades alimentarias y energéticas de la población.

Pero no podemos quedarnos tan solo en las problemáticas locales puesto que en ese caso estaríamos dejando de lado cuestiones de gran calado que afectan gravemente no solo a Haití sino a muchas zonas del globo. Por ejemplo en África, en la región del Sahel, el pasado año se han reportado 18,7 millones de personas afectadas por la inseguridad alimentaria.

Existe en esto una responsabilidad directa de la comunidad internacional. La inseguridad alimentaria en un país empobrecido está íntimamente ligada a las decisiones de comercio internacional, así como la recurrente irrupción de desastres naturales vinculados al cambio climático generado por el exceso de emisiones que se producen en los países industrializados.

La necesidad de una ciudadanía global implicada y organizada

Ante esta problemática compleja podemos preguntarnos si la ciudadanía de los países enriquecidos tiene algo que decir al respecto. Decía Paulo Freire que “en el conflicto entre el poderoso y el desposeído el no intervenir no significa ser neutral, sino ponerse del lado del poderoso”. Obviar las causas estructurales del empobrecimiento desvirtúa nuestro apoyo financiero cuando surge una crisis humanitaria, puesto que podemos afirmar que hoy en día se cuentan con medios suficientes para evitar que surjan las actuales y recurrentes situaciones de emergencia humanitaria.

Existen grandes movimientos sociales que actúan desde lo local con una visión global con la convicción de que existen alternativas viables. Frente a la especulación sobre los precios y el acaparamiento de alimentos fomentados por las empresas transnacionales de la alimentación y los fondos de inversión, movimientos como Vía Campesina defienden que el sistema agroecológico de producción de alimentos a pequeña escala es el que da la mejor respuesta a las demandas del presente y del futuro . Además este sistema cuenta con mayor capacidad de adaptación y resiliencia al cambio climático, incluyendo sequías, huracanes, cambios de temperatura y modificaciones de fechas de siembra. De esta forma en países como Haití, la apuesta por el fortalecimiento de los sistemas de producción agrícola y ganadera familiares junto a la aplicación de enfoques medioambientales sostenibles, son cruciales para evitar situaciones de inseguridad alimentaria. En esta línea ONG españolas como Solidaridad Internacional llevan años impulsando, junto a organizaciones locales, la apuesta por una producción sostenible campesina y familiar, al tiempo que se trabaja por la reducción del riesgo de desastres y las mitigación de su impacto cuando ya han sucedido.

Hay alternativas y están en nuestras manos

Hoy en día es posible prevenir, corregir y revertir prácticas que favorecen una mayor vulnerabilidad de las poblaciones más empobrecidas, puesto que detrás de los desastres naturales también se identifican fallos humanos. Si los actuales líderes políticos de los países enriquecidos, más preocupados ahora por las repercusiones de la actual crisis económica, no acometen estas responsabilidades de forma efectiva, deberá ser la ciudadanía la que impulse estos procesos de cambios estructurales. Si los principales medios han desplazado la situación en Haití de la cabecera de sus noticias, existen otras vías para la sociedad civil de informarse y contrastar, de establecer prioridades, proponer y exigir a quienes toman las decisiones que aporten soluciones a los problemas globales.

Desde las ONG debemos trabajar para acercar estas problemáticas a la ciudadanía, para impulsarla a ser motor de cambio y acompañarla en ese camino. Pues también las ONG necesitan de una sociedad civil activa que exija a sus representantes políticos el cumplimiento de sus compromisos internacionales, los derechos humanos a nivel global y un mundo más justo, más solidario e inclusivo. ¿Te animas a participar?
0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta