El joven gobernador de Buena Vista

Leicer Chamarro parece no tener más de treinta años al presentarse como el gobernador de la comunidad indígena Buena Vista del Bajo Baudó (Chocó). Eran las cuatro de la mañana en Pizarro –población afro– cuando nos saludó junto a la lancha que nos llevaría hasta su comunidad. Llegamos a Pizarro la tarde anterior desde Buenaventura: tres horas bordeando la costa pacífica con un paisaje sacado de postales del sudeste asiáticoMientras ajustábamos los chalecos salvavidas, Leicer explicaba que navegaríamos temprano porque solo entonces la marea nos permitiría cruzar los esteros 

La atención de emergencia bajo el Consorcio MAPA ya había comenzado, pero viajaba con nosotros una enfermera del Consorcio que regresó a Pizarro con tres niños indígenas en grave estado de desnutrición. Durante las cuatro horas de recorrido por los brazos del río Baudó, la enfermera contaba cómo no alcanza la comida para alimentar a toda la poblaciónTras navegar a través de la oscuridad de la madrugada, apenas iluminados por una linterna en la cabeza de uno de los indígenas que acompañaba a Leicer, llegábamos a Buena Vista. 

Es una comunidad del resguardo indígena Bella Vista. Mil quinientos habitantes; trescientas cinco familias Wounaan. Los palafitos en los que habitan están montados sobre troncos de madera cortados con hachas al igual que las escaleras para acceder a ellos; los techos son de tejas oxidadas. La comunidad parece incrustada en la selva que crece desde el río hacia la montaña que se eleva. Conectada por caminos de tierra. Arriba se alcanza a ver una edificación que en este contexto resulta sorprendente: el colegio. 

Escasez de infraestructuras en la comunidad

No cuentan con acueducto ni alcantarillado. Reciben el agua del río bañada por las necesidades fisiológicas de comunidades aledañas. La usan para cocinar y bañarse. Denunciaron en enero la muerte de cinco niños por una epidemia. Bajo el Consorcio MAPA se han diagnosticado graves casos de desnutrición en niños y niñas; algunos fueron trasladados a Pizarro. 

Leicer hablaba de cómo no cuentan con los recursos médicos suficientes para atender estos casos. Tampoco los hay para trasladar a los enfermos ante una emergencia. Sin lancha rápida y resignados a esperar que la marea dé paso para cruzar los esteros, los indígenas fallecen de tuberculosis, cáncer, tumores, diarrea o desnutrición.     

Sentado a la entrada del colegio esperando a que terminara la atención en salud física y mental, Leicer advertía que ahora los indígenas viven confinados. Poner un pie por fuera del límite impuesto por los grupos armados ilegales significa exponerse a minas antipersona, maltrato, tortura, desplazamiento o incluso a la desaparición. 

Son condiciones hostiles para una cultura que depende de la caza y de la agricultura para sobrevivirPor eso no hay suficientes alimentos. Leicer ganó la confianza de la comunidad para ser gobernador, pero asumir el reto de mejorar las condiciones de vida de todas y todos los habitantes de Buena Vista es un desafío para alguien tan joven. Por eso agradece mil veces la atención brindada por el Consorcio MAPA, sobre todo los talleres en derechos realizados por el abogado. Pero insiste en que aún hace falta apoyo y acompañamiento de la sociedad civil y del Estado colombiano. 

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